La Conquista Sionista
Frederick Guttmann R.
Sion Illuminati
¿Qué es Sión? En hebreo se denomina Tzion a un “hito”, “señal”, o “lugar encumbrado y visible”. El nombre pertenecía a una fortaleza jebusea que fue conquistada por los israelitas, siendo desde entonces su punto de referencia como “fortaleza”, y representando el lugar en donde se hallaba: Jerusalén. En siglo XIX, el sionismo o “movimiento nacionalista moderno del pueblo judío” adoptó el término Sion por consenso general, y desde entonces su empleo se mantuvo para designar no solo a Jerusalén, sino a toda la Tierra de Israel. El vocablo, desde siglos atrás, representa la reivindicación de los “judíos” de retomar el territorio que por derecho legítimo consideran suyo, además de las extensiones nacionales que habrían sido prometidas a los patriarcas pre-israelitas, los cuales se emplazan en toda la región que hoy constituye el Creciente Fértil, y regresar ellos y el resto de tribus que constituían el Antiguo Israel.
Así como Arabia Saudí es la principal inyectadora de capital para el llamado “terrorismo internacional” desde sus tantas cuentas en el BIS (Bank for International Settlements: el banco más importante del mundo, que pertenece a Rockefeller y Rothschild) de Suiza -para promover el crecimiento del sueño de la “Gran Arabia” con que los ingleses y franceses los engañaron en el Acuerdo Sykes-Picot (en 1916) para dividir al imperio otomano-, así también una élite satánica de ciertas familias o “dinastías” que presumen ser judías, llevan siglos planeando el sueño de la “Gran Israel”, ajeno al plan mesiánico de Jesucristo (y con interés de evitarlo y destruirlo). Una cosa es el Israel actual (un disfraz) y otro el Israel mesiánico (el verdadero).
Este plan consiste en la conquista militar para invadir los territorios geográficos que hoy corresponden con Gaza, Sinaí y gran parte Egipto oriental, todo Líbano, Siria occidental, parte del sur de Turquía, Irak oriental, toda Jordania, parte del norte de Kuwait y gran parte del norte de Arabia Saudí. Para esto Mayer Amschel (más conocido como Barón Rothschild) se hizo amigo de la casa británica (hoy los Windsor) de modo que influyó para que una alianza con Francia quitase el control del imperio otomano y creasen una autoridad global con la legitimidad de poder decretar formal y oficialmente un Estado Judío: la ONU. Ellos fueron quienes realmente pusieron en la presidencia a Harry S. Truman, con el fin de que llevase a cabo esta operación.
Falso Judaísmo
Es importante aclarar que esta gente es una… digamos… “infiel”… como dirían los musulmanes. Son literalmente satanistas y promueven en la ortodoxia judía valores como no creer en la TANAK (Antiguo Testamento) sino en el Talmud (tradiciones judías no bíblicas); no creer que Jesús es el Mesías sino un brujo y apóstata; no respetar a los cristianos ni demás gentiles y considerarlos escoria. Esta gente, llamada sionista (que no es Sionismo verdadero), es la dueña del FMI, el Banco Mundial, de la City de Londres y de Wall Street, y son quienes financiaron la instauración del Estado de Israel, introdujeron el Shekel y promovieron la guerra de los Seis Días y de Yom Kipur usando a Golda Meir.
Las razones son muy simples: ellos no creen que el Mesías vendrá del cielo, a imagen de Jesús (porque son Anti-Cristos, o “Anti-jesús”), no creen que el Templo de Dios (Nueva Jerusalén) vendrá del cielo, no creen que el “Mesías” establecerá el territorio de la “Israel Prometida” ni que el imperio de Israel sobre la Tierra venga del cielo, sino que tienen que hacerlo ellos mismos, y forzar el cumplimiento de las profecías de la TANAK a su acomodo. Ellos quieren realizar todo esto por cuenta propia y no hacerlo según el modelo y dependencia “espiritual”… solo acorde a la “humana” (de influencia masónico-satánica), partiendo del estándar de la élite ocultista que hoy gobierna la Tierra desde Vaticano (los jesuitas) y el Club de Roma, así como las monarquías europeas (los llamados “Illuminati”, que son descendientes de los Nefilím bíblicos: ángeles caídos).
Las propias enseñanzas del judaísmo son condicionadas por los sionistas, de modo que alimentan una creencia “herética” contra Jesús y contra todos los que no sean “judíos”, a pesar de que hoy día tanto judíos como de las otras 11 tribus pueden estar fácilmente mezclados con todos los linajes del planeta. De esta manera no promueven un estudio de la TANAK sino de tradiciones, interpretaciones y debates de “eminencias” de la filosofía judía a lo largo de los siglos desde la deportación a Babilonia. La propia ley de las mitzvot (ordenanzas del Sinaí) no se pueden cumplir por carencia de sacerdotes, templo, altar, sacrificios… asimismo es absurdo que tengan nación, a Jerusalén como capital o poder como potencia mundial, dado que estas eran cosas que “proféticamente hablando” debían cumplirse, ocurrir, con la aparición de su Mesías (ya que ellos no han comprendido que ese Mesías siempre ha sido Jesús de Nazaret).
La invasión huna del sur de Rusia dio nacimiento al pueblo jázaro del Volga, en el norte de Georgia, que en el siglo VIII se convirtieron al judaísmo para no ser absorbidos por occidente (catolicismo) ni por los árabes, y posteriormente fueron parte de la migración búlgara de los Balcanes. Para cuando ocurre la Segunda Guerra Mundial, los jázaros vinieron a ser conocidos como Asquenazi (los supuestos judíos de Europa central y oriental), que realmente era el antiguo nombre hebreo de Alemania. Es más, los asquenazis (jázaros) no sabían ni arameo ni hebreo, sino que mezclaron su alemán posteriormente con eslavo y hebreo, creando el “idish” o “yidis” (que significa “judío”). Como confiesan los propios expertos judíos, es imposible saber o determinar quién en esencia es judío. Solo se han certificado las ascendencias genéticas de levítas (para preparar a los sacerdotes para el Tercer Templo) y de sefardíes (judíos españoles), que, siendo minoría al lado de los askenazi, se puede saber que sí vienen del Oriente Medio (asumiendo que estas genealogías se combinan con los árabes que, como los judíos, poblaron la península de los Ibrím (hebreos), o Iberia).
Tierra Prometida de Árabes e Israelitas
Esta ironía se completa con el hecho de que los conocidos como “Pueblo de Dios” o “Pueblo Elegido” pertenecen al linaje de las 12 tribus que conformaban el Israel Antiguo (así como otras 12 conformaban el ismaelita), que tras ser invadido por Asirios, Babilonios y Romanos, pasaron a ser expulsados mezclándose con las naciones del mundo, ética, cultural y genéticamente. De las 12 tribus, al menos 10 y media se mezclaron con los asirios (hoy día Siria e Irak); la tribu y media superviviente fueron de la de Judá (judíos) y de Benjamín, que luego se mezclaron con los babilonios (hoy día Irak). Los pocos que regresaron a su tierra fueron finalmente expulsados por los romanos y migraron a las regiones periféricas, donde ya existían comunidades judías: Alejandría, Babilonia, Damasco, Asia (la actual Turquía), y Grecia, por ejemplo. La mezcla a lo largo de 1800 años creó un mundo de israelitas-gentiles donde hoy es imposible diferenciar unos de otros, y donde muchos lugares hoy en conflicto y con etiqueta de “terroristas” son, de hecho, linaje de estos verdaderos israelitas a los cuales están matando los sionistas otra vez.
Por ejemplo, nos relata la Torah: «En aquel día hizo Iaheveh un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates; la tierra de los ceneos, los cenezeos, los admoneos, los heteos, los ferezeos, los refaítas, los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos.» (Génesis 15:18-21) ¿Se cumplió esta promesa? ¿Cuándo tendría lugar, o tuvo lugar? Justo después de estas palabras, el propio libro de Barashit nos empieza a hablar de Agar y su historia, que consiste en la descendencia de Abraham con esta egipcia, que es de donde salen las 12 tribus árabes. Antes incluso que naciera Jacob (Israel), ya Abraham había tenido vástagos que representarían las poblaciones que efectivamente abarcarían las extensiones territoriales que se le había dicho a Abraham. Primero Abraham tuvo a Ismael, quien fuera padre de Nebaiot, Cedar, Adbeel, Mibsam, Misma, Duma, Massa, Hadar, Tema, Jetur, Nafis y Cedema (Génesis 25:13-15).
Mientras Agar le dio a Ismael, su segunda mujer (la que tomó tras la muerte de Sara, y que también era egipcia) le dio a los 6 hijos: Zimram, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súa. (Génesis 25:2). Tras 8 hijos, Abraham puede empezar a ver la promesa cumplida, inicialmente. Su primogénito era mitad hebreo y mitad egipcio, su segundo hijo fue netamente hebreo, y sus últimos 6 hijos eran mitad hebreos y mitad egipcios –todo esto en lo que a ascendencia se refiere. A excepción de su segundo hijo, todos los demás fueron padres de las poblaciones árabes, sin contar con que ese segundo hijo tuvo a su vez dos hijos, donde el primogénito fue padre de los jordanos. Pero casi 500 años después unas palabras similares vienen a los descendientes de Abraham por parte de Jacob, dichas por el ángel de Iaheveh: «Poco a poco los echaré de delante de ti, hasta que te multipliques y tomes posesión de la tierra. Y fijaré tus límites desde el Mar Rojo hasta el mar de los filisteos, y desde el desierto hasta el Éufrates; porque pondré en tus manos a los moradores de la tierra, y tú los echarás de delante de ti.» (Éxodo 23:30-31) Dice “los echaré”, no “los echarás”, de manera que esto debía hacerlo Dios si ellos cumplían sus mandamientos.
La extensión geográfica aquí descrita vuelve a mencionarse en otros pasajes de la Torah e incluso en las crónicas de los reyes, y hace ver que esta “promesa territorial” efectivamente se aplicó a Israel, bajo el gobierno unificado del sucesor del rey David: «Y Salomón gobernaba sobre todos los reinos desde el Éufrates hasta la tierra de los filisteos y el límite con Egipto; y traían presentes, y sirvieron a Salomón todos los días que vivió.» (1ª Rey. 4:21, y verso 24, y 2ª Crón. 9:20). Ya se cumplió esta visión, solo que hasta el Armagedón esto no se habrá cumplido nuevamente, según el “plan de redención” de Israel, como consta en otros pasajes: «Acontecerá en aquel día, que trillará Jehová desde el río Éufrates hasta el torrente de Egipto, y vosotros, hijos de Israel, seréis reunidos uno a uno. Acontecerá también en aquel día, que se tocará con gran trompeta, y vendrán los que habían sido esparcidos en la tierra de Asiria, y los que habían sido desterrados a Egipto, y adorarán a Iaheveh en el monte santo, en Jerusalén.» (Isaías 27:12-13)
No es extraño siquiera observar que el actual Estado de Israel no aparezca mencionado en las profecías aplicables a nuestro presente como “nación” o aparezcan los “judíos”, sino solamente la referencia geográfica: Jerusalén, Judá... Las profecías que se fuerzan para aplicarlas al presente son realmente relativas al tiempo desde el Armagedón; Es más, la última referencia que se hace de judíos en la Biblia es en Apocalipsis 2:9 y 3:9, apropósito de «los que se dicen ser judíos, y no lo son», afirmando que son «sinagoga de Satanás», y que los tales «mienten». Las profecías de la Geula solo refieren al «morador de Jerusalén» (Zacarías 12 y 14; 13:1), el habitante de la zona, pero no le atribuye ciudadanía, y es referida como “asesina de los profetas” y “de los mártires de Dios”, además de estar aún en “esclavitud espiritual” (Gálatas 4:25). Jerusalén es una referencia a la ciudad celeste (Juan 4:20-21, Lucas 24:47-49). Los herederos de la promesa (Hebreos 12:22) se incluyen en los que se acercan al “monte Sion”, que es la “ciudad” del Dios vivo, llamada “Nueva Jerusalén”, y que proviene del cielo (Gálatas 4:26 y Apocalipsis 3:12, 21:2 y 21:10).
Por su parte, Israel mismo desapareció entre los años 740 a. C. y 722 a. C., yendo a parar casi toda la nación a Nínive (actual región de Mosul en conflicto, entre Irak noroccidental con la frontera de Siria oriental), y aún no han regresado sino algunos judíos mezclados con gentes de muchas naciones que se acoplan a su fe y principios nacionalistas, o permanecen como inmigrantes. Esto no es Israel: Israel está conformada por 12 tribus, no por una, que además está mayormente combinada con muchas personas que no se puede confirmar que realmente pertenezcan a la tribu de Judá. Por eso mismo Israel no es mencionado verdaderamente como territorio en los Evangelios, y en cambio sí se comenta sobre personas que vivían en esas latitudes los cuales eran “descendientes” de esas tribus originales, como Pablo: «[soy] del linaje de Israel…» (Filipenses 3:5). Entonces la verdadera promesa es la del «Israel de Dios» (Gálatas 6:16), que será establecida por Jesús y David, después de la guerra de Armagedón, cuando Jesucristo regrese: «Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, Que apartará de Jacob la impiedad. Y éste será mi pacto con ellos, Cuando yo quite sus pecados.» (Romanos 11:25-27)
Los israelitas de las deportaciones asirias y babilonias estaban casi en regiones circundantes unos de otros, todas en la extensión geográfica del actual Irak. Las 10 tribus (Rubén, Simeón, Isacar, Zabulón, Dan, Gad, Aser, Neftalí y parte de Benjamín y Leví, así como la mayoría de José), que constituían el Reino de Israel (o Reino del Norte), fueron llevadas al actual Mosul, que ha sido blanco de constantes guerras entre guerrillas y otros grupos armados extremistas en el presente. Los judíos -y minoría del resto de benjaminitas y levitas- que habrían quedado (quienes representaban el Reino de Judá (o Reino del Sur)), fueron llevados tiempo después en dos fases a lo que hoy serían las afueras del sur de Bagdad (poco más de 100 km de la capital del país). Tanto es así, que el apóstol Pedro fue el líder de la misión evangelizadora de los israelitas, y esta labor que le impuso Jesús para después de su ascensión, la llevó a cabo solícitamente, yendo a las «ovejas perdidas de la casa de Israel», por lo cual fue a buscar a «las tribus perdidas» a las ciudades del antiguo “imperio babilonio”, con sede en Babel (Babilonia). Es más, la única cita bíblica a la geografía de Babilonia de después de la deportación, es del propio Pedro, que habló de una congregación fundada y mantenida allá: «La iglesia que está en Babilonia…» (1ª Pe. 5:13)
Una Idea de Banqueros
Algo similar ocurre con la incursión del símbolo de la casa Rothschild (Escudo Rojo), que era el “hexagrama” (estrella de seis puntas) antigua por representar a Saturno, e introducida al judaísmo en vez de su símbolo patriarcal y nacional: la Menorah (el candelabro de 7 brazos). Ahora bien, Barón Rothschild, antes de su muerte, mandó a sus cuatro hijos a crear cuatro bancos en las cuatro latitudes de Europa, siguiendo con el objetivo familiar de controlar al mundo a través de la economía. Esto tuvo éxito creando los Bancos Centrales que hoy endeudan al planeta con el dinero ficticio que crean. Hitler sabía esto… los sabían los zares… pero los llamaban “antisemitas”, aunque el término es inequívocamente incorrecto, toda vez que “semita” quiere decir “descendiente de Sem”: el hijo de Noé de donde salen los árabes, iraníes, iraquíes, sirios, jordanos, omaníes, kuwaitíes, libaneses (incluso probablemente también afganos y yemeníes) y, claro, también israelitas (una enorme minoría). Por eso se han criticado los Protocolos de los Sabios de Sión o el Priorato de Sión (este haría creer que el “Anticristo” es merovingio y, por ende, descendiente del rey David), quitándoles legitimidad o seriedad.
¿Un Holocausto Nazi?
Los Rothschild dirigieron los planes de Adolf Hitler –pasándole además listas genealógicas de los judíos de Europa-, mientras Samuel Bush (abuelo del ex presidente George W. Bush) suplía las armas de la Wehrmacht (fuerzas alemanas nazis), y los Rockefeller –otra supuesta familia judía- su petróleo (recordemos que John D. Rockefeller se hizo con el monopolio de los oleoductos de los EE.UU. a finales de 1870, con su Standard Oil, a través de competencia desleal y estrategias pirata). La idea de los guetos fue transformar las localidades de judíos en barrios sitiados de trabajo, robando las riquezas de la clase media y baja, que luego el Comandante en Jefe Heinrich L. Himmler determinaría asesinar al saber que llegaba en fin de la guerra.
Estos mismos Rothschild, y aliados, querían eliminar a la sociedad judía que en su mayoría rechazarían el Estado Sionista y el control de la élite, a la vez que tomaría sus riquezas para llevarlas a Suiza y dejar que hiciesen crecer la maquinaria alemana para potenciar el conflicto con los Aliados. Himmler no quería que los oficiales menores y demás soldados -que no escaparían a Nueva Suabia-, cayeran en manos de un Tribunal Internacional, quedando Alemania con su población constituida a partir de ese momento precisamente de los obreros de los guetos (los judíos), de modo que decidió su exterminio (recordemos que desde el siglo XVI los germanos se declararon como “Deutsche”, es decir, “pueblo que habla una lengua diferente a la de los hebreos”). Esta combinación de elementos dio a los Rothschild el pretexto para realizar un gran ritual satánico: un sacrificio de millones de judíos para pagar por el rescate de la Eretz Israel (la Tierra Judía), colonizarla con jázaros, y luego, cuando al final regresasen los israelitas expatriados, todos fuesen destruidos en una guerra mundial en un solo lugar.
Orad por Jerusalén
Una de las estrategas más rastreras de los jesuitas es que el ecumenismo unifique una vez más, y definitivamente, todas las creencias religiosas, donde el Obispo de Roma, sería, discretamente, el “secretario general”, y claro, el “principal” a nivel mundial; el que termina de deformar todos los principios puros de las religiones (especialmente del cristianismo). Tratando de sanar una herida del siglo XVI (la Reforma), financian y programan grupos esotéricos, ufológicos, protestantes y sectas, aunque su principal objetivo son modas dentro de los grupos cristianos, haciéndoles perderse de la línea real de su verdadera finalidad como seguidores de Jesucristo y de lo que esperan en él. En este sentido el uso de la propaganda “pro-sionista” trabaja de la mano con el mismo sionismo, para tener a protestantes de partidos políticos, líderes religiosos, cineastas, cantantes, y demás miembros de la sociedad –influyentes- sembrando marketing a favor del Estado de Israel e incluso de las propias Fuerzas Militares Israelíes y sus acciones beligerantes.
La Élite del Planeta
Si bien, tanto los Rothschild como los Rockefeller y los jesuitas motivaron la Guerra de Independencia en EE.UU. –y la de Francia y otros tantos lugares (técnicamente todas las grandes guerras)-, de modo que los protestantes –la puñalada de Roma desde Lutero- fuesen minoría, y el resto dependiese de las instituciones ocultas de Vaticano en todos los círculos de poder en EE.UU., así como los medios de influencia: noticieros y periódicos, sistema educativo, televisión, Industria Cinematográfica, tendencias y modas y la Industria Musical. Por eso el cardenal O´Connor de New York era el “papa de América”, y el hombre más poderoso de los EE.UU., solo segundo en el poder del mundo detrás del General Superior Peter Hans Kolvenbach (actualmente es Adolfo Nicolás).
Los jesuitas y Vaticano (que son lo mismo) dirigen a los EE.UU., así como la reina Elizabet, el Complejo Militar Industrial y los banqueros, siendo EE.UU. el arma de guerra o maquinaria de dominación de la élite desde Europa. Ellos se encargarían de apoyar al Estado Sionista y ayudarle en su táctica de expansión. Por eso fue creada la ONU y por eso EE.UU. militariza Medio Oriente. Todo lo demás es mera propaganda de desinformación de los medios de “comunicación” y obra teatral de los políticos -cuyos partidos solo son de diferente color por la estrategia de Niccoló Maquivelli. ¿En qué consiste el método “maquiavélico”? En crear más de un bando para que peleen entre ellos de cara al público, y el vulgo discuta y hasta se ilusione con diplomacia, derecho o victoria, mientras el verdadero amo controla ambos partidos y al resto del globo (esto se hizo hasta en los deportes, para dar al pueblo “pan y circo”, de modo que se mantengan tranquilitos y distraídos).
La Verdad de la Guerra Fría
Cada potencia del Hemisferio Norte explota los recursos de su región en el Hemisferio Sur (EE.UU. a sur América, Europa a África, y Rusia a Medio Oriente), pero desde la unificación para disminuir y eliminar la capacidad industrial de Alemania (medios de los años 30 y 40), los Soviéticos y los Americanos iniciaron una guerra silenciosa entre ellos (Guerra Fría) donde abarcarían más de lo que hasta entonces abarcaban, metiéndose unos con otros y en territorios de unos y otros.
Esta es la razón de las guerras de Afganistán, donde los soviéticos tuvieron que retirarse en 1992 porque los guerrilleros eran apoyados muchísimo por EE.UU., y luego lo fueron, además, por Pakistán, Arabia Saudí, Irán, China, Israel y Reino Unido. Esta guerra tenía por finalidad un dominio en la producción y exportación de opio, de prostitución y tráfico de órganos. Hacía mucho que Medio Oriente negociaba con el norte y con occidente dando “petróleo a cambio de armas”, y eso mantenía ahí a los ejércitos soviéticos. El punto fue que occidente quería tomar control de esa región con dos intereses fundamentales: los de Israel y los de occidente mismo (recordemos que estos dos son aliados). Israel quería invadir las regiones periféricas pero no tiene capacidad en masa para ello, y los occidentales quieren el petróleo y gas natural de esa región (que constituye más del tercio de la explotación de toda la Tierra).
Para avanzar con la militarización de Oriente Medio se inyectó dinero, armas y apoyo de occidente al Estado de Israel, pero faltaba aún el plan expansionista absoluto, el cual incluía la eliminación de los semitas, a los cuales arbitraría y deliberadamente se les llama “árabes”, los cuales también esperaban, y deseaban, su Gran Arabia, repartida en 12 porciones. Por consiguiente, una guerra de intereses entre los saudíes y occidente financió guerras revolucionarias en estos países, que seguidamente pasarían a un nuevo nivel: el terrorismo islámico internacional.