VIII. El pequeño jardÃn
1. Estar consciente del cuerpo es lo único que hace que el amor parezca limitado, 2pues el cuerpo es un lÃmite que se le impone al amor. 3La creencia en un amor limitado fue lo que dio origen al cuerpo, que fue concebido para limitar lo ilimitado. 4No creas que esto es algo meramente alegórico, pues el cuerpo fue concebido para limitarte a ti. 5¿Cómo podrÃas tú, que te ves a ti mismo dentro de un cuerpo, saber que eres una idea? 6 Identificas todo lo que reconoces con cosas externas, con algo externo a ello mismo. 7Ni siquiera puedes pensar en Dios sin imaginártelo en un cuerpo, o en alguna forma que creas reconocer.
2. El cuerpo es incapaz de saber nada. 2Y mientras limites tu conciencia a sus insignificantes sentidos, no podrás ver la grandeza que te rodea. 3Dios no puede hacer acto de presencia en un cuerpo ni tú puedes unirte a Él ahÃ. 4Todo lÃmite que se le imponga al amor parecerá siempre excluir a Dios y mantenerte a ti separado de Él. 5El cuerpo es una diminuta cerca que rodea a una pequeña parte de una idea que es completa y gloriosa. 6El cuerpo traza un cÃrculo, infinitamente pequeño, alrededor de un minúsculo segmento del Cielo, lo separa del resto, y proclama que tu reino se encuentra dentro de él, donde Dios no puede hacer acto de presencia.
3. Dentro de ese reino el ego rige cruelmente. 2Y para defender esa pequeña mota de polvo te ordena luchar contra todo el universo. 3Ese fragmento de tu mente es una parte tan pequeña de ella que, si sólo pudieses apreciar el todo del que forma parte, verÃas instantáneamente que en comparación es como el más pequeño de los rayos del sol; o como la ola más pequeña en la superficie del océano. 4En su increÃble ignorancia, ese pequeño rayo ha decidido que él es el sol, y esa ola casi imperceptible se exalta a sà misma como si fuese todo el océano. 5Piensa cuán solo y asustado tiene que estar ese diminuto pensamiento, esa ilusión infinitesimal, que se mantiene separado del universo y enfrentado a él. 6El sol se vuelve el "enemigo" del rayo de sol al que quiere devorar, y el océano aterroriza a la pequeña ola y se la quiere tragar.
4. Mas ni el sol ni el océano se dan cuenta de toda esta absurda e insensata actividad. 2Ellos sencillamente continúan existiendo, sin saber que son temidos y odiados por un Ãnfimo fragmento de sà mismos. 3Aun asÃ, no han perdido conciencia de ese segmento, pues éste no podrÃa subsistir separado de ellos. 4Y lo que piensa que es, no cambia en modo alguno su total dependencia de ellos para su propia existencia, 5toda vez que ésta radica en ellos. 6Sin el sol el rayo desaparecerÃa, y sin el océano la ola serÃa inconcebible.
5. Tal es la extraña situación en la que parecen hallarse aquellos que viven en un mundo habitado por cuerpos. 2Cada cuerpo parece ser el albergue de una mente separada, de un pensamiento desconectado del resto, que vive solo y que de ningún modo está unido al Pensamiento mediante el cual fue creado. 3Cada diminuto fragmento parece ser autónomo, y necesitar a otros para algunas cosas, pero sin ser en modo alguno completamente dependiente para todo de su único Creador, ya que necesita la totalidad para poder tener algún significado, pues por sà solo no significa nada. 4Ni tampoco puede tener una vida aparte e independiente.
6. Al igual que el sol y el océano tu Ser continúa existiendo, sin darse cuenta de que ese minúsculo fragmento se considera a sà mismo ser tú. 2No es que esté ausente, pues no podrÃa existir si estuviese separado, ni el todo del que forma parte estarÃa completo sin él. 3No es un reino aparte, regido por la idea de que está separado del resto. 4Ni tampoco está rodeado de una cerca que le impide unirse al resto, o que lo mantiene separado de su Creador. 5Este pequeño aspecto no es diferente de la totalidad, ya que hay continuidad entre ambos y es uno con ella. 6No vive una vida separada, pues su vida es la unicidad en la que su ser fue creado.
7. No aceptes ese nimio y aislado aspecto como tu identidad. 2El sol y el océano no son nada en comparación con lo que tú eres. 3El rayo refulge sólo a la luz del sol, y la ola ondula mientras descansa sobre el océano. 4Pero ni en el sol ni en el océano se encuentra el poder que mora en ti. 5¿PreferirÃas permanecer dentro de tu mÃsero reino, y seguir siendo un triste rey, un amargado gobernante de todo lo que contempla, que aunque no ve nada está dispuesto a dar la vida por ello? 6Este pequeño yo no es tu reino. 7Elevado como un arco muy por encima de él y rodeándolo con amor se encuentra la gloriosa totalidad, la cual ofrece toda su felicidad y profunda satisfacción a todas sus partes. 8El pequeño aspecto que piensas haber aislado no es una excepción.
8. El amor no sabe nada de cuerpos y se extiende a todo lo que ha sido creado como él mismo. 2Su absoluta falta de lÃmites es su significado. 3Es completamente imparcial en su dar, y abarca todo únicamente a fin de conservar y mantener intacto lo que desea dar. 4¡Cuán poco te ofrece tu mÃsero reino! 5¿No es allÃ, entonces, donde le deberÃas pedir al amor que entre? 6Contempla el desierto -árido y estéril, calcinado y triste- que constituye tu mÃsero reino. 7Y reconoce la vida y la alegrÃa que el amor le llevarÃa procedente de donde él viene y adonde quiere retornar contigo.
9. El Pensamiento de Dios rodea tu mÃsero reino y espera ante la barrera que construiste, deseoso de entrar y de derramar su luz sobre el terreno yermo. 2¡Mira cómo brota la vida por todas partes! 3El desierto se convierte en un jardÃn lleno de verdor, fértil y plácido, ofreciendo descanso a todos los que se han extraviado y vagan en el polvo. 4Ofréceles este lugar de refugio, que el amor preparó para ellos allà donde antes habÃa un desierto. 5Y todo aquel a quien le des la bienvenida te brindará el amor del Cielo. 6Entran de uno en uno en ese santo lugar, pero no se marchan solos, que fue como vinieron. 7El amor que trajeron consigo les acompañará siempre, al igual que a ti. 8Y bajo su beneficencia tu pequeño jardÃn crecerá y acogerá a todos los que tienen sed de agua viva, pero están demasiado exhaustos para poder seguir adelante solos.
10. Sal a su encuentro, pues traen a tu Ser consigo. 2y condúcelos dulcemente a tu plácido jardÃn, y recibe allà su bendición. 3De este modo, tu jardÃn crecerá y se extenderá a través del desierto, y no dejará afuera ni un solo mÃsero reino excluido del amor, dejándote a ti adentro. 4Y tú te reconocerás a ti mismo, y verás tu pequeño jardÃn transformarse dulcemente en el Reino de los Cielos con todo el amor de su Creador resplandeciendo sobre él.
11. El instante santo es la invitación que le haces al amor para que entre en tu desolado y pesaroso reino y lo transforme en un jardÃn de paz y de bienvenida. 2La respuesta del amor no se hace esperar. 3Llegará porque tú viniste sin el cuerpo y no interpusiste barrera alguna que pudiese obstaculizar su feliz llegada. 4En el instante santo, le pides al amor únicamente lo que él ofrece a todos, ni más ni menos. 5Y al pedirlo todo, recibirás todo. 6Y tu radiante Ser elevará el Ãnfimo aspecto que trataste de ocultar del Cielo, directamente hasta éste. 7Ninguna parte del amor puede invocar al todo en vano. 8Ningún Hijo de Dios se encuentra excluido de Su Paternidad.
12. Puedes estar seguro de esto: el amor ha entrado a formar parte de tu relación especial, y ha entrado de lleno en respuesta a tu vacilante solicitud. 2Tú no te das cuenta de que ha llegado porque aún no has levantado todas las barreras que construiste contra tu hermano. 3Y ninguno de vosotros será capaz de
darle la bienvenida al amor por separado. 4Es tan imposible que tú puedas conocer a Dios solo como que Él pueda conocerte a ti sin tu hermano. 5Mas juntos no podrÃais dejar de ser conscientes del amor, del mismo modo en que el amor no podrÃa no conoceros ni dejar de reconocerse a sà mismo en vosotros.
13. Has llegado al final de una jornada ancestral, y aún no te has dado cuenta de que ya concluyó. 2TodavÃa estás exhausto, y el polvo del desierto aún parece empañar tus ojos y cegarte. 3Pero Aquel a Quien has dado la bienvenida ha venido a ti y quiere darte la bienvenida. 4Ha estado esperando mucho tiempo para hacer eso. 5RecÃbela de Él ahora, pues Su Voluntad es que lo conozcas. 6Sólo un pequeño muro de polvo se interpone todavÃa entre tu hermano y tú. 7Sóplalo ligeramente con gran alborozo y verás cómo desaparece. 8Y entrad en el jardÃn que el amor ha preparado para vosotros dos.