Hay quienes pueden imaginar a un mono llegando a ser algún día - en naturaleza - un hombre, y quienes imaginamos al hombre pudiendo llegar a ser - en naturaleza - un ángel (e incluso un día más que un ángel). La concepción del humano como un ser capaz de superar sus propias barreras aparentes y volverse algo más que materia, algo más que mortalidad, algo más que química. ¿Sería posible ese hecho?
Todos los muros que se presentan al inicio de estos planteamientos consisten en toparnos con el paradigma de la muerte del cuerpo: el vehículo biológico. A falta de una prueba contundente, o plenamente convincente, de lo que ocurre posteriormente a este punto en lo que respecta a nuestra mente, nuestra conciencia, nuestra alma o nuestro espíritu, la vida de gran mayoría de humanos se limita a una frustrada carrera por disfrutar momentáneamente de placeres que pueden otorgar los sentidos, aún cuando una mente analítica sabría juzgar que hay un invisible árbitro de causas y efectos que va más allá de los fenómenos visuales, y que nuestro subconsciente nos advierte de cautela ante la posibilidad de un juicio en el Más Allá.
¿Qué pasaría si descubriésemos que todo lo que creemos conocer del universo no es más que una ilusión, una proyección cuántica holográfica en varias dimensiones, creada por una gran Mente de la que - incomprensiblemente a simple vista - somos parte intrínseca?
La muerte, estado que percibimos como traumático y final, sería parte de este sueño ilusorio, una idea errada de nuestra propia Mente. Si bien, estaríamos ante enigmas dentro de enigmas que con esfuerzo y voluntad nos veríamos en la obligación de resolver, de modo que aspirásemos a conocer nuestra verdadera identidad y preexistencia.
¿Qué ocurriría si supiésemos que en efecto no somos este cuerpo que virtualmente miramos en el espejo, sino que lejos de estos sentidos de la física se esconde un avatar inmortal, que a su vez, es una parte individualizada de una gran conciencia única la cual experimenta una Matrix psíquica con fenómenos que parecen reales?
De ser así, podríamos entender diferente el cosmos, asumir que estamos encarcelados en un vehículo sujeto a leyes “inferiores” de un multiverso lleno de laberintos. Nosotros seríamos parte de un gran número de almas que provienen de otro universo, y que experimentan una irrealidad basada en creaciones artificiales del propio ego de la Mente Colectiva de la que hacemos parte.
La vida y la muerte, lo que se siente en ellas, siendo un sueño tan aparentemente real, juegan parte de un guión preestablecido, donde la causa-efecto y el Destino sobre estos, lanzan al alma a distintos escenarios cuyo equivalente y antagonismo es justamente nuestro criterio de “Vida” y “Muerte”, cada uno como zona y/o circunstancia que le compete, y sometidos a los lapsos que le compete dentro del Tiempo y el Espacio.
La Mente, como creadora de todo… la Luz como principio de la vibración de la energía cósmica del Gran Logos que se hace consciente de sí mismo… la dualidad como razonamiento de la separación… un vehículo de fuerza vital dentro del rango de la potencia de la luz… múltiples experiencias vivenciales… una muerte que no es muerte y una muerte que es supuestamente muerte… trascendencia, la iluminación de la conciencia que despierta del sueño creado por nosotros mismos… y la unificación con el Uno del que nunca hemos salido.
Bienvenidos al camino a la Resurrección antes de morir.
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