¿Antisemita o antijudío?
No usaré la definición “antisemitismo”, ya que no significa odio hacia los judíos. En realidad se refiere a “oposición a los semitas”, que son los pueblos caucásicos que se expandieron por el Creciente Fértil desde hace varios miles de años. El nombre deriva de un patriarca llamado Shem, de donde vino a pasar al mundo occidental el sonido como ‘Sem’, que sería el hijo mayor de Naj (Noé). De Shem vendrían tanto los pueblos del Creciente Fértil como posteriormente los árabes y los israelitas. Se podría decir que los semitas poblaron toda la región desde los actuales Israel y Turquía, hasta la India y Kazajistán, limitados al norte con Georgia y abajo con el Yemen.
Entonces, dado que el término es incorrecto, y ni siquiera aplica a todos los israelitas, es más correcto decir “judeofóbia”. Y se debe entender, asimismo, que israelí no es lo mismo que israelita. Los israelitas fueron 12 tribus que se formaron hacia el 1.900 a. C. en la región de Medio Oriente, y posteriormente formaron una nación en la conocida como Canaán, cerca del 1.450 a. C. Las 12 tribus eran Reuben (rubenitas), Ishakar (isacaritas), Zabulum (zabulonitas), Efraim (efraimitas), Yhudah (judíos), Levi (levitas), Gad (gaditas), Shimeon (simeonitas), Asher (aseritas), Neptali (neftalinitas), Yosef (josefitas) y Beniamin (benjaminitas).
El pueblo de Israel
La estructura jurídica de la antigua nación de Israel se basaba en el Yahvismo, el sistema teocrático donde la deidad suprema era IHVH (Yaheveh), a quien los griegos llamaron Yao, y en occidente pasó a ser conocido como Jehova o Yavé. Este sistema dio a lugar a una forma de religión henoiteísta (monolatrismo), que es la consideración de que existen muchos dioses, pero sólo uno merece devoción y servicio. El nombre ‘Israel’ se le dio al Yakob, quien fue padre de los 12 patriarcas, y de una hija, dado el significado hebreo de Ish-Ra-El (varón que ha visto al Poderoso).
Alrededor del año 830 a. C., las tribus de Israel comenzaron un proceso de división. Se creó el Reino del Norte, llamado Israel, teniendo por capital Samaria; y el Reino del Sur, llamado Yhudah (Judá), con capital Yerushalim (Jerusalén). El Reino de Israel comprendía unas 9 tribus y media, mientras que el reino de Judá comprendía 2 tribus y media (judíos, benjaminitas y algunos levitas). Hacia el 722 a. C. los asirios se llevaron cautivas a las tribus del reino del norte. El reino del sur posteriormente se conoció en occidente como Judea (en latín ‘Iudaea’, como constaba en los mapas romanos). Aquellos, hasta ese entonces, eran los israelitas.
La caída de los judíos
Debido a que los principales pobladores que quedaron en la región de Canaán/Israel fueron judíos, el término ‘judío’ pasó a englobar todos los elementos de la cultura israelita. Eso dio asimismo lugar a la creación de la idea de “religión judía”, en base a la “tradición judía”, que fue eje de todo lo relativo a los judíos raciales a partir del año 70 d. C., cuando el templo de Jerusalén fue destruido por los romanos. Esto creó inmediatamente una fractura entre el sistema de culto yahvista y una nueva forma de interpretar la cultura judía, naciendo así la “religión judaica” que hasta hoy se denomina “judaísmo”.
En el 132 d. C. los judíos pierden la última guerra contra las legiones romanas y para el 135 d. C. son expulsados de su tierra. Como acto de humillación, el emperador romano Adriano ordena eliminar toda constancia de la tierra de Iudaea de los mapas del imperio, y sustituirla por la definición de Siria Filistea, considerando así que la memoria del derecho territorial del pueblo judío desapareciera para siempre. La elección del nombre ‘Filistea’ era esencial en esta intención de erradicación de la memoria histórica - tanto de judíos como de toda Israel - toda vez que Filistea fue una nación cananea beligerante con quien Israel tuvo constantes conflictos y guerras desde la recuperación del derecho territorial de Canaán a lo largo de las Guerras de Canaán, entre el 1450 a. C. y el 950 a. C. Los filisteos (que habitaban la región de Gaza) fueron finalmente exterminados por los romanos, pero el nombre de Filistea resonó por los siglos, convirtiéndose en la forma actual “palestina”.
Grabado del Arco de Tito, conmemorando la victoria romana sobre los judíos. Construido en Roma en el 80 d. C.
Desde que el rey babilonio Nebukanezar (Nabucodonosor) tomó Yhudeah (Judea) en el 587 a. C., y destruyó por primera vez el templo (cual había construido el rey Salomón), los judíos iniciaron un proceso de debilitamiento y pérdida de autonomía. Esto conllevó a una gran migración de judíos a muchas partes del mundo donde ya había colonias judías asentadas. En ese entonces el nombre “judío” era sinónimo de gente sabia, buena administradora y de valores elevados. Grandes monarcas deseaban tener cerca a esta clase de personas para adquirir de ellos “bendiciones” y “conocimientos”.
La guerra del papa contra los judíos
Con la caída de Judea ante el ejército romano la dispersión judía vino acompañada del oprobio social y de un estigma de maldición. Los judíos pasaron a ser sinónimo de mala suerte, de gente a quien seguía la desgracia. A esto se agregó la reputación recibida por culpa de la naciente Iglesia Católica Romana (325 d. C.), quien, queriendo esconder su responsabilidad y culpa en la tortura y asesinato del maestro judío Yeshua ha.Notzri (Jesús de Nazaret), fomentó la propaganda de que “los judíos asesinaron al hijo de Dios” (lo cual contradice categóricamente la historia). Pero el principal motivo que desató la furia de la Iglesia Católica Romana contra los judíos fue la negación de estos en convertirse al catolicismo. Desde entonces, la suma de la mala reputación y el escarnio acompañó a los judíos por todo el mundo, en especial de la mano de la curia romana, quienes querían usar como argumento las discrepancias entre los primeros cristianos (nazarenos) y la aristocracia religiosa judía para denotar que “los judíos” eran “enemigos de Cristo”.
A lo largo de los siglos, pasando por la Edad Media, los intereses de la Iglesia Católica Romana siguen encontrando en los judíos un escollo a su monopolio religioso. Esto es porque, posiblemente, el conocimiento de las Escrituras Hebreas pondría en entredicho la validez de la identidad de la curia, y esto lo sabrían los judíos. Básicamente, para el poder papal, los judíos son legítimamente el “pueblo de Dios” y sus “ministros”, a quienes, según el apóstol Pablo, les <<fue dada la palabra de Dios>>, siendo ellos - y solo ellos - sus administradores, y, asimismo, los verdaderos representantes de Dios (no la Iglesia Católica Romana). Ante esta amenaza a la soberanía y monopolio del papa, la persecución a los judíos era, empero, una prioridad para el ilegítimo que ha ostentado dicha institución romana. No igual fue en los países musulmanes – y en especial en la India -, donde los judíos sufrieron mejor recepción hasta que se estableció el actual Estado de Israel.
Falsos judíos
Cuando los kazaries llegaron al este de Europa, adoptaron la religión judaica, iniciando una mezcla confusa entre originales judíos raciales (practicantes o no del judaísmo) y conversos sin relación genética o racial con los verdaderos judíos. Este grupo confuso se conoce como Jásaros, y ellos se mezclaron con el gremio judío mayoritario de Europa: los Ashkenazim. Otros muchos judíos que, por el contrario, se vieron forzados a convertirse al catolicismo fueron los de la gran comunidad ibérica, que dieron el nombre a Iberia (del hebreo ‘ibrim’: hebreos), llamados Sefardim. Otras comunidades recibieron otros nombres, pero estas fueron las principales en Europa, y muchos de los que desde 1882 empezaron a retornar a Tierra Santa en la Primera Aliyá (casi 35.000 judíos que llegaron hasta 1903), en especial con los judíos yemeníes.
La “Solución Final”
El “problema judío” no fue en realidad una idea de la Alemania nazi, sino de la Iglesia Católica Romana, donde, además, el poder papal deseaba pasar su “santa” sede, de Roma a Jerusalén. La puesta en marcha de esta idea dio inicio a las Cruzadas en 1099 d. C. Ahora no eran solo los judíos una molestia para el imperialismo católico, sino los musulmanes. La Inquisición entró en vigor para forzar estas políticas de dominación absolutista, pasando a la tortura extrema. Para colmo, en contra de los intereses de la curia, Martín Lutero inicia en Alemania un movimiento anti-católico en 1519, empeorando las divisiones que la Iglesia Católica recibía cada vez más a medida que transcurrían los siglos (hay que recordar que esta fractura ya había iniciado con la división del imperio de Bizancio: el Cisma de Oriente, a partir de 1054).
La Reforma puso en jaque al poder papal, empujando a la curia a la creación de una sociedad que redujera a los luteranos y calvinistas, y a la vez pusiese en marcha la misión “sagrada” de recuperar Tierra Santa para la “Iglesia” [Católica Romana]. Así dio nacimiento el jesuitismo, al que sus devotos llamaron “Sociedad de los Caballeros de Jesús”, o “jesuitas”. No podrían haber elegido un nombre más blasfemo. De esta forma, a partir de 1534 (integrada posteriormente al poder Vaticano en 1540), esta sociedad se encargaría de hacer lo imposible por lograr los intereses de dominio global del poder papal, con la ayuda de la sociedad de caballeros de las órdenes que fueron prevaleciendo, en especial los cabellaros de Malta y los templarios.
En ese camino, debían controlar todos los escaños de la sociedad, empezando por recuperar el poder sobre los monarcas de Europa. De esta manera, los jesuitas crean la sociedad llamada ‘Illuminati’, la cual posteriormente infiltra la masonería (gremios de los aristócratas, soldados, académicos, burgueses y nobles) y toma elementos del misticismo judío para captar a los reyes de Europa. Así nacen los nuevos grados de las dos ramas principales de la masonería, pero en su mayor apogeo, tanto Illuminati como jesuitas son desmantelados y expulsados. Posteriormente la orden se reactiva y llega más firme y determinante. Considera que lo judíos deben ser borrados de la faz de la Tierra, así como los protestantes y los musulmanes.
Los “Protocolos de Sion”
Dado que los musulmanes eran un poder enorme al que nadie quería ni podía enfrentarse, los jesuitas idearon un plan para deshacerlos, conseguir que perdieran su unificación y que pasasen a estar bajo jurisdicción papal. Por su parte, los protestantes tenían controlada Alemania y se extendían por todo América, en especial en los estados del norte. Para ello los jesuitas idearon otros planes (todo lo relativo a la Revolución Americana). Y para los judíos, con ellos lo tenían mucho más fácil, porque las semillas de odio hacia ellos habían sido sembradas, y solo eran necesarias ciertas excusas para fomentar los pogromos y la ira y apoyo del pueblo contra aquellos.
Los jesuitas escribieron una obra literaria en Francia llamada ‘Los Protocolos de los Sabios de Sion’, y la introdujeron en Rusia, incitando una ola de revueltas civiles en muestra de animadversión hacia los judíos. Entre 1780 y 1900, la agenda jesuita con estos tales protocolos facilitó la justificación de la creación de una filosofía alemana antijudía. Todos los planes jesuitas avanzaban bien, a excepción de los desertores de la Iglesia Católica Romana, que exponían por toda Europa los planes de los jesuitas. Para no dar la razón a la oposición, prefirieron centrar sus esfuerzos propagandísticos en crear un chivo expiatorio que fuese culpado por las cosas que ellos hacían. No podrían culpar a los musulmanes, ya que ellos no estaban en Europa; sería predecible que culpasen a los protestantes, como ya lo venían haciendo, pero nadie creería eso en Europa; pero sí funcionaría culpando a los judíos del plan Illuminati/jesuita.
Detalle del frontispicio al 1667 Pyrotechnica Loyalana, Ignaciana Fire-Works mostrando ocho hombres, cuatro vestidos como jesuitas, rodeando un globo, lanzando granadas de mano, con la implicación de que la Iglesia Católica en general y los jesuitas en particular fueron responsables de eventos como el Gran incendio de Londres.
El ensayo de las tres guerras mundiales
Simplemente cambiaron el nombre, y en vez de decir que los que estaban orquestando este plan de dominio absolutista global eran el papa y sus agentes jesuitas e Illuminati, centraron toda la atención en los judíos. Entonces avanzaron en la agenda de las “Tres Guerras Mundiales”, que consistiría en lograr el cambio geopolítico y el escenario mundial para el establecimiento de un Nuevo Orden Mundial, impulsado por el papado, sin que nadie supiese que era cosa del Vaticano. La atención se mantendría en piezas prescindibles, como reyes, políticos, inconversos al catolicismo, y muchas otras marionetas a las que los propios jesuitas les permitirían subir a cargos importantes para ser la cara visible de los problemas y los que luego fuesen culpados y vituperados, en aras de que el mundo pidiese una autoridad global diferente: una figura pública con buena reputación y supuestamente dad a su prójimo (a la raza humana). Sí, como finge ser el “papa”.
La fase para la Primera Guerra Mundial debía desarmar el gran poder islámico, que detentaban los otomanos, y de ahí vino el acuerdo de Sykes-Picot (pero esta solo era la primera parte de la agenda de eliminación del poder árabe). Debía configurar el escenario financiero mundial, para crear un lobby bancario que se encargase de esclavizar al mundo a través de la deuda (esto se aceleró en especial entre 1933 y 1971, fortaleciéndose con los Acuerdos de Bretton Woods) y el poder corporativo. Esto se logró con la ayuda de agentes Illuminati en los EE.UU. (J. P. Morgan y John D. Rockefeller) que controlaban ya la banca y dirigían sus intereses en la formación de bancos centrales y, desde ahí, bancos mundiales. Ellos trabajaron conjuntamente con sus señores jesuitas para el papa en todo el desarrollo de estas guerras. Asimismo unificaría las monarquías europeas en una sola línea, dejando a las demás como meras realezas simbólicas sometidas a la monarquía inglesa (la casa Windsor: unión de las últimas monarquías como Saxe-Coburg-Gotha), que sería administradora de los bienes del Vaticano.
La fase de la Segunda Guerra Mundial fue facilitada por la estrategia del Crac del 29 - empujada precisamente por los mismos magnates bancarios – logró poner a diversos países entre la espada y la pared, para rediseñar el escenario mundial, donde la Unión Soviética era vista como otra amenaza, pero sería dejada para después, ya que primero querían hacer escarnio de los protestantes: Alemania. Así como con la Primera Guerra Mundial, uno de los principales objetivos de la Iglesia Católica Romana era destruir Alemania. Quería acabar con el corazón del protestantismo mundial, así que usaron a Adolf Hitler para crear una culpa histórica contra Alemania. A la vez, los nazis se encargarían de empobrecer y/o eliminar a la mayor cantidad posible de judíos, en especial, todos aquellos que no comulgasen con los ideales jesuitas (de quienes eran lacayos tanto los Rockefeller como los Rothschild). Esta guerra ofrecería la excusa para regresar a los judíos supervivientes a su tierra, para más adelante ser exterminados en la Tercera Guerra Mundial. Y hay que saber que fue el sacerdote Bernhard Stempfle quien escribió el libro ‘Mi Lucha’, no Hitler, ya que esta obra era igualmente otra de muchas que se difundieron para alimentar el odio contra los judíos y la demonización de los alemanes.
Del trabajo de Nesta Helen Webster, 'The Cause of the World Unrest' citando unas cartas del Museo Británico entre los masones de alto grado, Albert Pike y Giuseppe Mazzini, quienes en 1871 ya sabían del plan de dirigir tres guerras mundiales por parte del Illuminati, y descarta la participación de los judíos en el plan.
Con la Declaración Balfour da comienzo el plan del Vaticano para la Tercera Guerra Mundial, usando el movimiento sionista como activador de los escenarios que darían lugar a dicho evento decisivo. En 1947 la Asamblea General de las Naciones Unidas decreta la partición de dos estados en Tierra Santa: Estado de Israel (estado judío) y Estado Palestino (estado árabe). Desde entonces, a los pobladores del moderno Israel se les llama ‘israelíes’ (esa es la diferencia entre l definición de israelita (pasado) e israelí (presente)). Los agentes jesuitas iniciaron desde el siglo XX la instigación de los musulmanes contra los judíos - sus hermanos -, gracias a los servicios de inteligencia occidentales controlados por los caballeros de Malta. Los agentes sionistas políticos serían usados por los jesuitas para reavivar el odio contra los judíos por parte de la sociedad global, al mantener una tensión bélica en Medio Oriente.
La guerra contra los enemigos de la Iglesia Católica
Mientras los agentes jesuitas y del Illuminati se encargan de vencer a la humanidad desde diferentes ángulos, han priorizado desde el principio en su lucha contra los grupos protestantes (y todas las ramificaciones de grupos “cristianos” (ya que la Iglesia Católica Romana no es realmente un movimiento cristiano, sino satánico)), y contra los musulmanes, dejando a los judíos escalar a cargos relevantes dentro del sistema corporativo, para ser la cara visible de los “males del mundo”. Los agentes jesuitas usarían el sionismo político para provocar una guerra entre Israel y los países musulmanes para que se exterminen mutuamente. Antes de eso confiarían en la reducción de la influencia de los cristianos y en la caída de la infraestructura de los EE.UU. por medio de un colapso de los mercados sin precedentes y el fin del dólar. Así Israel no tendría ningún apoyo contra los países musulmanes, e incluso sería también atacada por una coalición de distintos países del mundo, incluyendo Europa.
Epílogo
Este es el verdadero origen de la judeofóbia mundial: que tú seas parte del apoyo público para destruir Israel y a todos los judíos, logrando así el plan de la Iglesia Católica Romana. Así es, esa misión antigua, cuya fase final es que, una vez caigan Rusia, EE.UU., China, Israel, Europa y los países musulmanes, podrá nuevamente rediseñar el escenario mundial, esta vez habiendo completado todas las piezas que le faltaban para su Gobierno Mundial, y para colocar su “santa” sede en una Jerusalén reconstruida, siendo el nuevo Reino Latino de Jerusalén. Ahí se sentará el “pontífice” como si fuera Dios, habiendo ordenado la reconstrucción del templo, y pretendiendo ser señor sobre todo el mundo.
Pero no es únicamente la propaganda fomentada por los jesuitas lo que ha alimentado la judeofóbia. En gran medida es la envidia de muchas personas hacia la prosperidad que representan, tanto judíos como los israelitas (quienes como nación – y pese a ser uno de los países más pequeños del mundo - lograron en pocos años convertirse en superpotencia). Quienes viven en escasez y retroalimentan su pobreza, satanizan a quienes viven bien. Pero a esto hay que achacarle que la mayoría de personas ni siquiera sabe lo que es un judío, al grado de que muchos piensan que un judío es un individuo prepotente que va vestido de traje negro, con barba larga y un sombrero ridículo. Ignoran que judío es, como sería un asiático, un negro, o un indio, un acervo racial, independientemente de sus creencias personales. Así como hay negros ateos, musulmanes, cristianos, etc., un judío [racial] no es necesariamente haredí (religioso). Y a la inversa, pese a haber infinidad de sectas judaicas y con distintos niveles, no todos los haredim son sionistas (otra definición que pocos entienden), ni todos comulgan con los intereses del sionismo político, ni mucho menos con los planes jesuitas/Illuminati (cosa que la mayoría de judíos y casi todos los israelíes que saben de ello desprecian). Israel está dividido como país, con una mayoría anti-sionista y con casi la totalidad pro-paz, y se enfrentan a diario contra las políticas de los peones jesuitas, y por cómo les usan (siendo soldados por ley).
Razones adicionales del odio a los judíos son en realidad religiosas… es porque representan la Biblia, la cual es símbolo del dios supremo, a quien se suele asociar con el teísmo y la mayoría de religiones occidentales, y con “leyes” religiosas. Eso quiere decir que, atacar a un judío – en el nivel subconsciente y a nivel social - es equivalente a atacar a “Dios”, atacar la Biblia, atacar la “religión”. ¿Y por qué alguien iba a querer atacar a “Dios”? Porque en la cultura popular las religiones occidentales han creado en torno al arquetipo “Dios” una serie de paradigmas que no agradan a los seres humanos. Ideas como “castigo eterno” o “pecado” encabezan esta lista, y son concepciones que categóricamente rechazan las personas no religiosas. Del mismo modo, pese a que no están relacionados con la Iglesia Católica Romana, para la mente indoctrinada, “Dios” es igual a “iglesia” y “religión”, elementos con los que cada vez menos personas comulgan, y que cada vez más recibe el rechazo y odio social. Empero, en el subconsciente de muchos, los judíos representan todas estas cosas, y odiarlos a ellos es para la mente odiar lo que desaprueban de los conceptos religiosos, mayormente asociados a un molesto sentimiento de culpabilidad: porque, según las religiones occidentales, hagas lo que hagas, si no te sometes a lo que ellos dicen, te irás irremisiblemente a un infierno eterno.
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