HUBO GIGANTES EN LA TIERRA
Por: Frederick Guttmann R.
«Los Nefilim estaban en la Tierra en aquellos días, y también después de que vinieran los hijos de los dioses hacia las hijas del hombre y ellas les diesen a luz hijos los cuales fueron los grandes héroes que desde la antigüedad fueron varones de renombre» (Génesis 6:4)
A pesar de los esfuerzos del Instituto Smithsonian por ocultar cientos – o más – de evidencias desde hace siglos respecto de la existencia de humanos gigantes, los reportes que aún hoy existen y la gran cantidad de huesos y artefactos que se conservan en museos y colecciones privadas echan por tierra los argumentos en contra para quien llega a investigarlos seriamente. Una temática que se ha tratado de ridiculizar aduciendo a que se trataba de personas con deformidades o con gigantismo, toda vez que no puede deberse a algo personal, ya que se hablaba de pueblos enteros con estas características, gente de cabello rojizo, piel blanca y 6 dedos en cada mano y en cada pie.
Uno de los más cursis argumentos en oposición a esta cuestión radica en montajes realizados o en muñecos elaborados. Si bien, aunque este tipo de bulos han existido y aún se confunden entre las informaciones reales, el asunto es que la materia en sí no es falsa: hay evidencia sólida de que existieron seres humanos de una talla excepcional en nuestro remoto pasado. Hay casos que son difíciles de probar, como los esqueletos cartaginenses o del Bósforo de casi 11 metros de estatura (descubiertos entre el 200 a. C. y el 650 d. C.), pero otros se pueden probar. Lo evidente es que si esto se aceptase podría en entredicho el paradigma aceptado. Por esa razón uno de los argumentos que tuvieron que aparecer para justificar tantas innegables evidencias fue inventarse un nuevo espécimen proto-humano: el Gigantopitecus.
El cuento emergió a raíz del molar chino de Megantropus, pero dicha invención no puede explicar las pisadas gigantes - dado que la pisada de un humano es distinta a la de un simio - y mucho menos puede dar razón de las herramientas avanzadas con las que se han encontrado los huesos, ni el cráneo anatómicamente antropomorfo de los mismos o su extrema antigüedad, en muchos de los casos. Pero, ¿habría también otros individuos gigantes peludos? ¿Por qué no? Si no, ¿cómo se explican tanto casos de encuentros con hombres peludos enormes en medio de los bosques del norte? De algún lado tendrían que salir esas extrañas descripciones de Yeti, Bigfoot (pie grande), Sasquatch (el hombre abominable de las nieves). ¿No habría sido eso lo que creyó el profeta hebreo Eliseo identificar con osos? «Después subió de allí a Bet-el; y subiendo por el camino, salieron unos muchachos de la ciudad, y se burlaban de él, diciendo: ¡Calvo, sube! ¡Calvo, sube! Y mirando él atrás, los vio, y los maldijo en el nombre de Iaheveh. Y salieron dos osos del monte, y despedazaron de ellos a cuarenta y dos muchachos.» (2ª Reyes 2:23-24, RVA 60. La Biblia)
Como he dicho, otros argumentos son el gigantismo o confusión con fémures de elefante (como si los antropólogos fuesen tontos para no saber distinguir entre un fémur humano y un fémur de elefante). Mientras la acromegalia o el gigantismo es una enfermedad que estaría causada por un mayor número de somatotropina en la epífisis del hueso durante el crecimiento, nada de esto tiene qué ver con el hecho de que existe una raza concreta de humanos gigantes, salvo que pueblos enteros en todo el mundo sufriesen de la misma anomalía. Y esto es así porque ninguna de las descripciones existentes sobre los gigantes los identifica como engendros independientes, sino como pueblos concretos distinguidos justamente por su excepcional estatura y por ser muy antiguos en la Tierra. Además, muchos de sus cráneos tienen huesos que no corresponden con los de un homo sapiens sapiens.
Sería extraño no encontrar en la historia pasada de alguna cultura al menos una cita que hablase del pueblo de los gigantes. Si se mira el origen del mundo escandinavo o griego, los gigantes son los primeros en entrar en escena. Los nórdicos identificaban a dos estirpes procedentes de un mismo tronco, y que fueron familias enemigas y asimismo las primeras razas de dioses. Estos eran los Vanir y los Aesir. Habréis oído de los Aesir, al menos por el cine, ya que su principal era Odín (a quien Coca-Cola convirtió en ‘Santa Claus’), padre de Thor.
En las novelas griegas también los dioses se originaron de los descendientes de las primeras criaturas sobrenaturales que aparecieron en el mundo, los Gigantes, padres de los Titanes. Regularmente esta distinción no se aprecia y pocos la conocen, creyendo que ambos grupos eran uno y el mismo. Lo correcto es que fueron dos grupos separados, incluso los Gigantes habrían sido semi-reptilianos y anteriores a los Titanes. Aparte de estas descripciones, ¿quién no ha oído hablar de los famosos ‘Anunnaki’ de la cultura mesopotámica? Según los defensores de los Antiguos Astronautas, los Anunnaki habrían venido en cohetes desde otro planeta, y habrían tenido sus bases en Sipar y Nipur. Las coincidencias entre los relatos hebreos y los sumerios y acadios son muy estrechas, al grado que la propia palabra ‘An-unn-aki’ posee el mismo cognado que la hebrea ‘Anaki’ (gigante), que deriva de un ancestro de los gigantes de Canaán, llamado ‘Anak’.
Mientras los hebreos solo hablaron de la Torre de Babel, los babilonios y anteriores refirieron que la tal torre fue una burda construcción que se realizó después del Diluvio para emular una antigua plataforma que había en ese mismo lugar, y desde la cual los dioses iban y venían del cielo. Aún en relatos más cercanos en el tiempo, los babilonios y asirios seguían hablando de esta casta sobrehumana, como el rey Gilgamesh, cuyos grabados siempre lo muestran como un humano de talla extrema. Lo mismo se puede decir de las descripciones que dan Moisés o el vidente Samuel sobre los Anakim (hijos de Anak, o anacenos o anaquitas), o de un pueblo que parece que también provino de ellos y era incluso más grade que los hijos de Anak: los Rafá.
El rey David habría subido a la fama, no por enfrentarse a lobos y leones, sino por ser el primer israelita en asesinar a un anaki, sí, el reconocido ‘Goliat’. Pese a todo, Goliat era “bajito” al lado de sus congéneres, e incluso de sus hermanos, y en realidad ya los hebreos habían peleado con los gigantes. Tras la muerte de Goliat los anakim y los israelitas tuvieron grandes enfrentamientos, como años atrás los habían tenido los idumeos contra los refaim (refaitas, o hijos de Rafá). De no ser así todo esto, ¿quién, cómo y para qué construyó los dólmenes y edificaciones ciclópeas que se encuentran por doquier?
Si viajamos a la América precolombina son hallamos con las luchas entre los indios payute y los enormes siteka. Los siteka eran muy altos, de cabello rojo y piel blanca, pero eran minoría, así que las tribus indias se aliaron para juntas destruir a su común enemigo. Algo similar se halla en las tradiciones de las tribus de África, y todas definen a estos gigantes como seres legendarios que incluso habrían venido del cielo. ¿Y qué decir de la lejana Australia? Ahí, cuentan los aborígenes, que en el tiempo de los dioses hubo razas de gigantes. Según ellos, estos seres eran semi-reptilianos – cosa que también definen las tribus africanas – y se enemistaron o crearon bandos distintos y se enfrentaron unos contra otros arrasando la geografía de Australia. Lo más curioso de estos relatos es que allá donde se mire un gran desierto, como en Australia, el Sinaí, el Sahara, Arabia o el Gobi, encontramos que los residentes poseen relatos que sostienen que esas tierras quedaron así como resultado de las luchas de los dioses, y en muchos de los casos de las guerras de los primeros gigantes. Es como si tras esas batallas los supervivientes hubiesen sido forzados a quedarse en nuestro planeta y vivir como cualquier humano, con herramientas rudimentarias y la vulnerabilidad del entorno.
Coincidentemente los indios de América, especialmente del Amazonas, y los tibetanos creen que hay un mundo bajo tierra. Es otra de las creencias más ventiladas entre los pueblos de la antigüedad, pero en concreto los lamas creen que hay ciudades gigantes y aun ahí existen los gigantes. Así es, ya que los textos vedas de la India también hablan de la antigua raza de los gigantes en la era de los dioses sobre la Tierra.
¿Histeria colectiva? ¿Todos de común acuerdo creían en una raza primigenia de humanos enormes de ascendencia estelar? La historia quedaría en gran medida como un mito o una curiosidad, de no ser por testimonios del mundo de la ufología y la teoría de la conspiración, donde personas que habrían trabajado en ‘Black Ops’ (Proyectos en Cubierto) cuentan que bajo tierra hay galerías enormes que tienen decenas de miles de años de antigüedad, y fueron construidas por otra civilización. Incluso hay casos en donde hablan de seres gigantes que habitan ahí.
Pero mirando el registro arqueológico y paleontológico que de una forma u otra aún podemos usar, estos relatos no parecen nada descabellados. Hay jeroglíficos en Egipto donde aparecen faraones y dioses al lado de personas, y la diferencia en estatura es remarcable. Lo mismo pasa con las descripciones sumerias de los Anunnaki o de otros grabados mileniales, especialmente hindúes. Y bueno, alguien podría decir que por admiración o idolatría representaban a estos reyes y divinidades más altos, pero estas justificaciones no podrían explicar las pruebas empíricas que las refutan.
Los aborígenes de Australia hablaron de esos gigantes, y resulta que en sus museos se conservan hachas y utensilios que solo podría levantar una persona de más de 2 metros y medio de estatura. Los indios payute hablaron de los grandes siteka, y resulta que la cueva donde dicen que encerraron a los últimos supervivientes – en Lovelock, Nevada - contenía esqueletos, cráneos y utensilios gigantes. Pero este tipo de pruebas no solo se hallaron en Nevada, ya que con la fiebre del oro en los EE.UU. la minería sacó a la luz gran cantidad de estos huesos.
Para mayor sorpresa, estos esqueletos y herramientas se han encontrado en muchas partes del globo, y aunque pudiese aceptarse que hubo una raza de gigantes que vivió contemporánea a las gentes de la Edad de Bronce, hay también pisadas de humanos gigantes petrificadas, muchas de las cuales se hallan en los mismos estratos que otras pisadas de dinosaurios, en algunos casos incluso sobrepuestas. Esto hace cuestionarse si efectivamente tales gigantes fueron tan remotos como narran los mitos y leyendas por todas partes.
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