LA ABOMINACIÓN DESOLADORA
Por: Frederick Guttmann R.
Hoy quisiera redactar y compartir un Artículo sobre la temática de la denominada “Abominación Desoladora”. En estos días me he topado especialmente con una serie de debates al respecto que me animan a dar una explicación sobre esta materia que tanta confusión promueve. No hemos realizado clases sobre la misma, dado que nos centramos en temas importantes de espiritualidad y futurismo, y solo en casos concretos hemos mencionado episodios históricos relevantes como este.
Definiciones.
Tenemos 4 menciones a una tal “Abominación Desoladora” dentro del canon biblia, dos en el libro de Daniel, uno en Mateo y otro en Marcos. Se sobreentiende que las citas de Mateo y Marcos son las mismas, y evocan a las palabras del profeta Daniel en su libro; por ende, parece un mismo episodio o circunstancia en común. También “abominaciones” y “desolador” son vocablos que aparecen juntos en otra cita del libro de Daniel.
Daniel 11:31 habla de un “Shikutz Meshomem”, donde Shikutz, como “abominación” se entendía en la tradición hebrea como algo idolátrico o abominable que profanaba algo santo. El Antiguo Testamento tiene más de 70 acepciones sobre el uso de esta palabra y su aplicación o lo impuro en donde debe estar lo puro. El Nuevo Testamento usa la palabra griega Bdelygmáton, también usada por los traductores de la Septuaginta (concretamente Bdélyma, que también se entiende como algo “detestable”) para referirse a las obras de la gran prostituta (Apoc. 17:4-5), o gran Babel.
El otro término, Shmem, es menos usado, y define algo desolador. ¿Qué es algo desolado? Es la ruina y destrucción completa de una estructura, un territorio, etc., de manera que no quede nada en pie. En cuanto a un individuo, se entiende como la sensación de hundimiento o vacío provocada por una angustia, dolor o tristeza grandes. Por ende, el uso de los vocablos de forma separada es mucho más genérico que el uso conjunto, queriendo exponer una situación específica, donde algo que profana un sitio sagrado además lo arruina por completo.
¿La Profanación de un Tercer Templo?
Algunos toman la mención de Pablo sobre Belial sentado en el “templo de Dios” (2ª Tes. 2:4) como un anuncio de que un tercer Templo será construido, pero él no llama a esta situación “abominación”. Es de comprenderse que, aunque se asume que gran parte de Israel es muy posible que crea que Belial es el Mesías, los observantes de las leyes de Moisés no son fáciles de persuadir en sus tradiciones, y buscarán encontrar en el hombre que pretenda ser el Mesías, las señales del Mesías. Profanar el sagrado y esperado templo no sería una estrategia inteligente por parte de Belial para convencer a los judíos. Por otra parte, hablamos de que aparezca una “abominación” en el templo, es decir, algo que degrade, profane o ensucie la ideología e integridad de lo que es el templo y lo que hay en él, lo cual solo sería aplicable a Belial en un sentido metafórico. Pero además tenemos otro elemento, y es que aunque tuviese lugar tal “abominación”, no implica que esté acompañada de una “desolación”.
Pablo no solo no dice nada de abominación alguna, sino que no dice nada sobre alguna desolación. Apocalipsis, que tampoco habla de abominación desoladora, solo coincide con otros profetas en que Jerusalén será “hollada por los gentiles”, diciendo que la zona exterior del templo sería entregada en manos de los gentiles (Apoc. 11:2). Esto tampoco coincide con la suposición de que el templo pudiese ser “asolado”, “desolado” o “profanado”, dando a entender el propio ángel a Juan que la parte interior del emplazamiento no será tocada.
¿En qué contexto histórico entra un episodio en que ocurra esto? Sabemos que el tema habla del pueblo hebreo, de Jerusalén como sitio seleccionado y del templo como lugar santificado y consagrado. Se ha asumido que dichas circunstancia ocurrirán en el futuro, pero esto supondría que debería haber un sitio santo a ser profanado, y lo único que corresponde con esto sería un nuevo templo en Jerusalén. Aunque se ha hablado mucho de la reconstrucción de un Tercer Templo, lo cierto es que ninguna profecía sobre el futuro dice nada sobre la profanación de un templo en Jerusalén. La única interpretación que se puede crear es en base a suponer que Daniel anunciaba esto para el fin de los tiempos en Jerusalén, aún cuando Juan en el Apocalipsis no dice nada de esto.
Historicidad.
Pero veamos cuál es la postura de los rabinos: La visión judía común, asume que esta “abominación” mencionada por el profeta Daniel ocurrió en el año 168 a. C., cuando Antíoco Epífanes, y luego Heliodoro, quisieron deshonrar el templo, como relatan los macabeos: «Y el día 15 del mes Kasleu, en el año 145, que establecieron la abominación de la desolación sobre el altar, y edificaron altares de ídolos en las ciudades de Judá en derredor…» (1ª Macabeos 1:54) Y añade después, «también que habían derribado la abominación, que había establecido sobre el altar en Jerusalén, y que habían rodeado, sobre el santuario con paredes altas, como antes, y su ciudad Betsura.» (1ª Macabeos 6:7) Estamos hablando del legado seléucida que tomó control de las regiones de oriente tras la muerte de Alejandro Magno. En su caso, esta abominación, entendida como idolatría foránea, se cree que pudo ser una estatua a Zeus o Baalshamem (Baal-Shmem, donde se entiende a Baal como símbolo de la idolatría, y a Shmem como “desolación”).
¿Pudo haber sido esa la Abominación Desoladora citada en el libro de Daniel? Personalmente considero que debe haber una revisión completa de toda esta tesis, y reestructurarla, palabra a palabra y verso a verso según la lengua en que se escribió. A pesar de que Antíoco causó una gran perturbación en Judea a causa de sus acciones y la profanación que él y otros de sus generales pretendieron llevar a cabo, lo cierto es que no destruyeron Jerusalén, ni destruyeron el templo, ni vencieron a los judíos, ni su incursión significó el fin de los judíos. Por consiguiente, a nivel contextual, este episodio, aún cuando tuvo claras indicaciones de parecer la Abominación Desoladora anunciada, no era a lo que se referían Daniel y Jesús. Pero existe otro asunto, y es que se acepta que hubo un par de eventos llamados “abominación desoladora”, entre los que se incluyen las guerras de los helenos y los egipcios, las cuales pueden encajar con el episodio del año 168 a. C. (Dan. 11:31).
Ahora bien, mientras la Shikutz Meshomem (abominación de desolación) que posiblemente fue la que se predijo en Daniel 11:31, sucedió en tiempos de los generales griegos, la referencia siguiente no denomina igual al evento. Daniel 12:11 habla de una Shikutz Shmem (abominación desoladora), que según el contexto pareciera referirse a lo mismo, pero difiere significativamente de las referencias dadas en la conocida como “visión de las 70 semanas”. Es más, en ninguna parte de Daniel 9 se habla de una abominación desoladora, bajo este nombre, sino de una situación en la cual vendrían “devastaciones” (Shmemot, de la raíz Shmem (desolación)), según reza en el verso 26; entendida como Shikutzim Shmem (abominaciones desoladoras, o abominaciones de desolación), hablando de plural, o sea, de una serie de eventos consecutivos de índole “abominable”. Esto concluiría con la decisión final sobre el Shmem (desolador).
Así pues, tenemos que el profeta Daniel tuvo una serie de visiones en Babilonia y Elam, donde vio los eventos que seguirían a sus días, comenzando por la derrota babilonia por parte de los persas (y hasta el tiempo del fin, en Daniel 2:32-45), luego las luchas entre persas y griegos (conllevando a la derrota persa ante el imperio griego, narrado en Daniel 8 y 11) y el levantamiento y mantenimiento de Roma hasta hoy en su contexto general. Pero se observan diferencias entre la Abominación Desoladora de días de Antíoco, a otro que ocurrió casi 220 años después, en el sitio a Jerusalén. Daniel 11 habla de una Abominación Desoladora durante las guerras de los reinos del norte y del sur. El hecho histórico es que los generales de Alejandro se repartieron en 4 grupos principales, donde el sur caía en manos de Ptolomeo, y ese sur era Egipto, con quien hubo constantes conflictos hasta la época del senado romano.
Pero aparte de esta visión de las cosas, que parecía anunciar 3 años y medio de dificultad (1290 días, según Daniel 12:11, que es un periodo de tiempo que constantemente se repite), había otro episodio de “abominación desoladora”, más relevante. Tal es así, que Jesús lo menciona, enfatizando: «Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda)…» (Mat. 24:15) Como coinciden los padres de la iglesia, desde Juan Crisóstomo en adelante, la “abominación desoladora” era una serie de eventos que involucraban la profanación del templo y la asolación –entiéndase a las malas, por la fuerza, como eran invasiones o conquistas militares-. En días de Jesús había pasado lo de Antíoco, así que estaba hablando de “otra” abominación desoladora, de la cual también había hablado Daniel, y que queda patente que debía analizarse. Al añadir “el que lea entienda”, deja claro que a simple vista habría malas interpretaciones o apreciaciones sobre este hecho histórico.
Daniel 9 nos habla de un escenario que encaja con la advertencia de Jesús plasmada en Mat. 24:15 y Marc. 13:14. Dado que Marcos, Lucas y Mateo son evangelios sinópticos que son casi exactamente semejantes en el relato del sermón escatológico, sabemos que según la misma secuencia, cuando Marcos y Mateo hablan de la Abominación Desoladora de Daniel, Lucas escribe: «Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado.» (cap. 21:20) Resaltemos, antes de proseguir, que no dice “enemigos”, sino explícitamente “ejércitos” (los pueblos inmediatos a Jerusalén, son de potenciales enemigos de la ciudad, incluso ciertos barros aledaños, pero no son ejércitos en el sentido estricto de la palabra). También dice “que su destrucción ha llegado”, pero la última destrucción de Jerusalén, con los judíos –porque luego hubo muchas, especialmente en tiempos de los sarracenos y las cruzadas- fue en el siglo I d. C., y Apocalipsis, Zacarías, Isaías, Joel y demás profetas anunciaron un desenlace final con la victoria por parte de Israel; por ende, está hablando de dos cosas distintas.
El Desolador.
Una interpretación muy común también sostiene que el tal “desolador” del que habla Daniel 9:27 es Lucifer. Aunque en un sentido genérico se pueda aceptar esta interpretación, dado que claramente el “malo malísimo” estaría detrás de este tipo de acontecimientos, lo cierto es que quien asoló Jerusalén y Judea, destruyó el templo y expulsó a los judíos de su tierra fue el imperio romano. Es notable que Roma no podía ser la citada en Daniel 11 y 12, puesto que aún era una república, no un imperio, y no tenía todavía control sobre Egipto y sobre Judea. Eso se aclara en la propia narrativa de Daniel 11, donde habla del reino del norte (Grecia) y el reino del sur (Egipto), citando la primera Abominación Desoladora de aquel entonces justo cuando los romanos (Quitím, o kitim) entran en escena. Roma en ese entonces estaba en conflictos internos, y no se estableció como imperio hasta César Augusto, y luego, Cneo Pompeyo trató con Aristóbulo y, posteriormente, con Juan Hircano para que Judea fuese parte del imperio romano.
Daniel es el último profeta que habla de los kitim, ya que el resto de menciones están en textos parabíblicos, y es entendible que cronológicamente ya los situase justo después de la disolución del imperio griego. En el caso de Daniel 9:27, habla de un Nagid (príncipe), cuyo “pueblo” arrasará la “ciudad” (Jerusalén) y el lugar “santo” (el templo), siendo el fin de esto como inundación, es decir, una avalancha de legiones romanas. Y al final, señala el texto, la guerra concluirá con la determinación sobre lo que se deberá hacer respecto de aquel “desolador”. Tomando como referencia muchas profecías, especialmente los Oráculos Sibilinos, Roma será el último imperio del mundo, que acabará con la venida del Mesías, y habrá sido quien ostentase el verdadero poder y los hilos de control sobre todas las naciones y sus gobernantes. Esta es la razón que lleva a tantos a enlazar directamente a la gran prostituta o Babel, con Vaticano y los jesuitas, que reciben mucho protagonismo en el libro de Apocalipsis, tanto por sus acciones “abominables” como por su influencia en el mundo para degradar, engañar y someter.
El fin de la gran Babel o la prostituta, es clave dentro del esquema del Apocalipsis, que, como sabemos, fue dado a Juan apóstol en el año 90 d. C., 20 años después de la destrucción del templo, y 45 antes de la expulsión de los judíos. No sería una locura suponer que la “determinación” sobre el “desolador” estuviese refiriéndose al Apocalipsis. De hecho, Daniel habla de las cosas “selladas” respecto de esos acontecimientos históricos, y Juan de los sellos abiertos de algo que había sido escrito para determinar el fin, en un punto de transición entre la visión de las 70 semanas y la visión del Apocalipsis, como una secuencia cronológica de conjuraciones a desarrollarse.
70 Juramentos.
Desde el verso 24 de Daniel 9 se empieza a hablar de 70 shabim (juramentos, conjuraciones, semanas) que empezarían a tener lugar desde la orden de Ciro para que los judíos regresasen a reconstruir Jerusalén, su muro, la plaza y el templo, a pesar de muchos contratiempos y en plena guerra de persas y griegos (vers. 25). Los 70 juramentos se describen en 3 grupos: 7, 62 y 1. El primer grupo, que consiste en 7 shbua (juramento, conjuración o semana) se dice que inicia con la orden de regreso de los judíos que estaban en Babilonia y la reconstrucción de Jerusalén, y llega hasta un “mesías príncipe”. Luego se sigue hablando de una serie de temas que dan a entender que, por contexto y aspecto histórico y lingüístico, el “mesías príncipe” es Iahshua o Ieshua (Jesús). En ese sentido Jesús desarrolla los otros 62 juramentos, relativos al pecado.
Pero para aclarar la cronología, hagamos énfasis en esas 62 conjuraciones y su relación con Jesucristo. El texto habla de lo siguiente: 1. jala hapesha (atrapar la transgresión), 2. Lejatem [lehatem] jataot [jatat] (sellar el pecado), 3. Lekaper on (cubrir la culpa), 4. Lehabia tzedek olamim (traer justicia-rectitud de los eones), 5. Lejatem jazon venebiá (sellar visión y profecía), 6. Lemashej kodesh kodashim (ungir el santo de los santos). Una vez es “consumado” y “cumplido” todo, el Mesías es retirado de la Tierra. Pero veamos en qué consisten esos 62 juramentos numerados en 5 aspectos base, de manera amplificada:
1) Jesús se hizo con la transgresión (ya que “jala” es encarcelar), como había profetizado Isaías: “habiendo él cargado las transgresiones de todos nosotros.”
2) El tema del pecado queda “sellado” a través de su muerte, según la ley de Moisés.
3) Cubre la culpa. Recordemos que los kerubim sobre el arca de la alianza cubrían con sus alas todo el receptáculo, que poseía los símbolos del poder (la vara de Aarón), la ley (las dos tablas) y la verdad (el maná). El concepto hebreo de “lecaper”, implica encargarse de algo, protegerlo y guardarlo. El Mesías es en quien preside redimir, o no, los pecados, y es el abogado de sus siervos para cuando ellos yerran, porque él les defiende justificándoles. Por eso Iahshua/Ieshua fue a vivir a Cafaraún antes de iniciar su ministerio, pues Kaper-Najum significa “cubrir [haciendo de] consuelo”.
4) Sabemos también que el Mesías trajo la verdad del reino de los cielos, las enseñanzas sobre la justicia y la rectitud, y legitimar la ley (no vino a abrogar sino a cumplir).
5) Se sella la visión y la profecía, en un sentido elemental el cumplimiento de las profecías sobre la venida del Ungido, pero en un sentido más profundo es “sellar” las “profecías” y “visiones” sobre el plan de Iaheveh. Es decir, a Daniel le dijeron que esto era el tema del fin, diciéndole “esto está sellado hasta el tiempo del fin”, más dichos sellos fueron liberados por el Cordero y anunciados a su siervo Juan, para que venga el fin y la justicia y paz eternas.
6) La unción del lugar santísimo se realizó cada vez que el templo era reconstruido, pero como sabemos, el Tercer Templo hecho por hombres no es el templo verdadero, sino el que viene del cielo: la Nueva Jerusalén.
Entendiendo que hasta este punto tenemos el cumplimiento de 7 y 62 juramentos, falta el desenlace en este punto y el paso hacia los últimos juramentos. Veamos ahora la última "semana": Le dicen a Daniel que después de las 62 shibím el Mesías es asesinado, o sea, estamos hablando de que las 62 ya estaban cumplidas con la muerte del Mesías, o se cumplen con su muerte. Entonces añade que, «el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.» (Dan. 9:26). Lógicamente eso habla del periodo 66-70 d. C., no del tiempo de Antíoco o del Anticristo, y es cuando el príncipe (Tito) destruyó Jerusalén y el templo. Luego augura asimismo el final de esta abominación como una inundación (de legiones romanas), y hasta el final de las Shmemot (desolaciones) en la segunda guerra judeo-romana (115-117 d. C.) y la tercera guerra judeo-romana (132-135 d. C.).
Posteriormente sostiene: "vehagabor brit lerabim shbua ajad" (y un mayor pacto [habrá] para muchos [en] una conjuración), es decir, empieza un nuevo pacto con muchos (los gentiles y judíos que aceptan a Jesús). Entonces llegados a la mitad de este ciclo es cuando se detienen los sacrificios («a la mitad de la shbua hará cesar el sacrificio y la ofrenda.» (vers. 27)), es decir, servicios del templo (año 66 d. C.), porque desde esa misma Pascua, de aquel año, nunca más, hasta el día de hoy, se realizaron sacrificios de animales ni todos los demás rituales levíticos, ni hubo más templo. ¿Por qué? Porque debía cumplirse, ya que no tenían sentido ya más sacrificios, puesto que Cristo fue el sacrificio verdadero y último. Así como se suspendieron los sacrificios y ofrendas en días de Antíoco, igual fue en días de Vespasiano y Tito, comenzando en una Pascua y empeorándose para los judíos a la llegada de aquel invierno, como explica detalladamente Tito Flavio Josefo en su obra, “Las Guerras de Los Judíos”.
La Toma de Jerusalén.
Un extracto de su libro, narra cómo ya todos sabían que eran conocidas las profecías sobre esa toma de Jerusalén y la destrucción del templo, el fin de los sacrificios continuos, la destrucción del pueblo y la muerte de muchos: «Estando los que quedaban en vida tan amedrentados, parecían los muertos haber alcanzado más reposo que los vivos, y más bienaventuranza; y los que estaban presos, considerando los tormentos que padecían, tenían por mucho más dichosos aquellos que eran muertos y estaban sin sepultura, que a ellos mismos: quebrantaban todo derecho de hombres, reíanse de Dios y de sus cosas; burlábanse de los profetas y de cuanto habían profetizado, no menos que si fueran respuestas fabulosas. Habiendo, pues, ya menospreciado todas las leyes y ordenanzas que tenían hechas por sus antepasados en las cosas pertenecientes a la virtud, comprobaron con la experiencia lo que mucho antes había sido profetizado de Jerusalén: iba entre ellos aquella antigua profecía de que la ciudad había de ser presa, y que sus leyes santas y las cosas sagradas, habían de ser quemadas por ley de guerra, haciendo revuelta y sedición entre ellos, habiendo ellos mismos primero ensuciado y violado el templo con sus propias manos. De estas cosas se quisieron mostrar ministros y ejecutores los zelotes, como hombres que en ello no dudaban.» (Las Guerras de Los Judíos. Libro V. capítulo 2. Año 80 d. C.).
La finalización de la existencia del templo fue parte del inicio de este nuevo pacto, porque ahora muchos habían de aplicar el concepto de "templo" a su propio cuerpo. Pero, ¿qué pasó en la otra mitad de la "semana"? «Después, con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador.» (Dan. 9:27) Así fue, una vez suspendidos los sacrificios en el templo, vino la desolación: toda Judea bajo fuego, más de un millón de muertos judíos, destrucción de la gran muralla, destrucción de Jerusalén, destrucción del templo y expulsión definitiva de los judíos. Entonces dice, "hasta que venga lo determinado sobre el desolador", pues los judíos estarían sin tierra hasta que llegase la hora de que el castigo venga sobre Roma y sobre quien los instigó: Lucifer. Es decir, esto empezó a moverse desde 1948, es la época cuando empiezan a dilatarse "los tiempos de los gentiles", y vuelve "el poder del pueblo santo" (Dan. 12:7), la era de la alta tecnología (Dan. 12:4).
El texto de Daniel 9, como leemos, dice que antes de la llegada del líder extranjero y la destrucción de la ciudad y del templo habrían cesado los sacrificios. Eso lo explica Josefo: «Las saetas y dardos que tiraban, con la fuerza de las máquinas e ingenios que tenían, llegaban hasta el templo y hasta el altar, y daban en los que estaban allí celebrando sus sacrificios; y muchos que habían venido de las últimas partes del mundo con gran diligencia por ver el lugar santísimo, fueron muertos estando delante del altar y de los sacrificios: y llenáronlo de su sangre, como debiese ser muy adorado por todos los griegos y los bárbaros.» (Las Guerras de los Judíos. Capítulo 2. Libro V) Entonces señala Josefo, y había profetizado Jesús, que esto ocurrió durante la celebración de la Pascua de aquel año. Ya antes del incidente Arquelao había hecho morir a muchos de los que estaban trabajando en los servicios de preparación de la Pascua, aunque algunos consiguieron huir a los montes. Después de esto, como había dicho Daniel, fue tomada la ciudad, ya que el cese de los servicios se dio varias veces hasta pararse definitivamente tras la prolongación del cerco de la ciudad.
La cosa se ponía cada vez más grave, pero destruido el templo hubo tremendo sacrilegio (abominación) durante toda esa desolación: «No habiendo ya qué robar en el pueblo, Juan se puso a hacer sacrilegios y dar saco al templo, y hurtó muchas cosas de las que habían presentado, y muchos vasos de los necesarios para el servicio y honra divina, muchas copas, tazas y mesas, y aun tampoco dejó de tomar aquellos jarros que Augusto César, emperador, había presentado. Los emperadores romanos habían siempre honrado mucho el templo, y habían presentado muchos ornamentos, y entonces un natural judío los destruía y sacaba: decía a sus compañeros, sin miedo alguno, que debían usar mal de las cosas sagradas, y que los que guerrean por la honra de Dios y por la del templo, debían ser alimentados y mantenidos con las riquezas que él tenía, y que, por tanto, les era cosa muy lícita derramar el aceite que los sacerdotes para sus sacrificios guardaban y conservaban, tomar el vino sagrado; por lo cual lo repartió entre toda su gente, y ellos se untaban y bebían de él sin algún acatamiento. No dejaré de decir lo que el dolor me fuerza que no calle. Pienso que si los romanos se detuvieran algún tiempo, y tardaran de venir contra esa gente tan mala, o que la tierra se .abriera y tragara la ciudad, o pereciera por diluvio, o que había de padecer y ser abrasada con el fuego de Sodoma, porque muy peor y más impía era esta gente, que aquella que lo había padecido; murió finalmente todo el pueblo, y pereció por la pertinacia y desesperación de éstos.» (cap. 16. Libro VI)
Interpretaciones Escatológicas.
Dicho esto es importante señalar que el sermón escatológico, no es prudente leerlo de corrido e ignorando que tiene varias historias combinadas. ¿Qué es el Sermón Escatológico? Fue una conversación de Jesús con sus discípulos antes de aquella Pascua en la que fue entregado, en la cual les anunció el anticristo, y que quedó registrado en 3 de los 4 evangelios sinópticos. El texto está hablando de varias cosas, y trata 3 episodios históricos diferentes. Los redactores solo escribían lo que 30 años después, o más, recordaron y plasmaron, pero no sabían que eran cosas diferentes. Mas los estudios escatológicos que se realizan sobre este tema, obvian este problema, sea por desconocimiento o por idealización del texto. Por esa razón, cuando se busca alguna mención a abominación desoladora, 70 semanas, o cosas similares en otras profecías sobre el futuro, no se halla nada.
Del diálogo de aquel momento, se habló de tres cosas que cronológicamente eran diferentes, especialmente la primera. La pregunta inicial era sobre “los edificios del templo”, de lo cual Jesús anunció: «No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada.» (Mar. 13:2) Ya había comentado esto antes de llegar a las fiestas: «Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.» (Luc. 19:41-44)
Otras partes donde Jesús anunció de esta abominación desoladora sobre toda Judea, y en especial sobre Jerusalén, fue al advertirles que cuando viesen la invasión romana, huyesen: «El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo…» (Mat. 24:17-20) Estos versos se combinan con pasajes sobre el futuro que tienden a confundir y despistar al analista, pero se pueden aclarar. Si bien, ¿qué quería decir esta advertencia? ¿Se puede aplicar al presente o al futuro? No. Durante lo que llamo “Tercera Guerra Mundial” y “Cuarta Guerra Mundial”, los residentes en el Estado de Israel no podrán huir a ningún lado. Razones:
A) Estarán rodeados por todos los pueblos que los circundan, empezando por los barrios de comunidades palestinas con las que cohabitan. No hay nada fuera de Israel que sea más seguro que el propio Israel, menos si "salir" implica ir a parar a territorios hostiles, que son los que rodean Israel, y kilómetros y kilómetros de desierto.
B) El desierto no es lo más seguro para esconderse, y menos las montañas. Lo más seguro es esconderse en los miklat (bunkers) y dejar que las IDF (fuerzas de defensa de Israel) se encarguen de la guerra.
C) Las azoteas no serán seguras (antes lo eran, cuando no había fusiles, granadas, misiles y demás sistemas de vigilancia y explosivos), ni el campo abierto, sino las zonas de refugio que Israel posee, y lleva implementando desde los años 50.
D) No hay "montes de Judea" en el sentido que se pueda imaginar una montaña poblada de densas arboledas útiles para esconderse. Lo que hay son pequeñas colinas que hoy pertenecen a territorio palestino, cisjordano y jordano (enemigos de Israel de uno u otro modo).
E) Los romanos, babilonios, sirios y egipcios cautivaban y esclavizaban gente, pero en la guerra contra Israel no se dice nada de que habrá rehenes, porque los islamistas radicales no tienen esta filosofía, ellos van a matar, y no están organizados como naciones con sus políticas de derechos para rehenes.
Otra cita del sermón escatológico que correspondía con aquel entonces era la de ser llevados a concilios para ser castigados, lo cual aplica para aquel entonces como para lo que vendrá. Un pasaje más, que igualmente aclara la temporalidad de estos sucesos, es, como dije anteriormente: «Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado.» (Luc. 21:20) Todas las profecías sobre la guerras de Israel contra sus enemigos enfatizan en la fuerza y poder de Israel sobre las otras naciones, cosa que no concuerda con este pasaje, y mucho menos cuando las propias profecías contradicen la destrucción futura de Jerusalén sino su salvación. Lo único que se señala es que habrá una guerra donde Jerusalén será hollada, pero saldrá victoriosa, mientras en el pasado, no salió victoriosa.
Hay que conocer también las razones por las cuales ocurren los eventos, y, como se vio en antaño, los que condenaban a Jesús dijeron: «su sangre sea sobre nosotros y sombre nuestros hijos», y así fue. Pero las profecías anuncian algo diferente para el actual Israel. Éste será ayudado por Dios, mientras otrora fue dejado para la destrucción y asolación, por su pecado: «Porque éstos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas.» (Luc. 21:22) Un castigo que vino con barbaridad: «caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones.» (Luc. 21:24) Es notorio en este último punto, que la expatriación de los judíos ya ocurrió en aquel entonces, mas para el futuro será lo contrario, regresando todos, así como el resto de las tribus, y no serán más avergonzados.
Concluyamos este punto con la siguiente frase: «Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo.» (Luc. 21:23) Una vez más habla del castigo merecido de los judíos, cosa que no encaja con las profecías apocalípticas. Alguien podría asumir que al decir “sobre la tierra” es algo global, y que la ira podría ser también de otras naciones, no de un castigo del cielo, pero de igual forma se debe recordar que los escritores de estos evangelios no sabían la diferencia entre la abominación desoladora y la gran tribulación, de modo que escribieron según lo que asumieron, pudiendo haber mezclado cosas creyendo que era un único evento. Es más, ¿qué tiene que ver el embarazo y crianza de ese entonces con el actual? Asumiendo que las mujeres embarazadas no estuviesen en hospitales (que en los tiempos de Tito no existían en Judea), o sus hijos en escuelas y jardines infantiles con miklat (bunkers), de todas maneras la referencia es inconsistente.
Sabemos que hay instalaciones de refugio bajo tierra en cada casa y edifico de Israel (cosa que en la época de Jesús no había), así que si una mujer está criando o en cinta, solo debe bajar a esconderse en el miklat (donde tiene abastecimiento de servicios (baños), ventilación, agua, comida y electricidad). No igual, en el pasado esto sería horrendo, mejor saliendo de la ciudad y escapando a pie o en burro, y peor, fuera de las dos o tres rutas comunes que estarían controladas (o sea, huyendo por laderas y montañas escarpadas y sin fuentes de agua en medio del desierto).
Negacionismo Apocalíptico.
Así como hay defensores, hay detractores. Así como existen los grupos que consideran que el sermón escatológico es, en conjunto, una visión futurista, hay otros grupos que sostienen que dichas explicaciones de Jesús solo englobaban la abominación desoladora de los años 66 al 135 d. C., no algo por venir. En este sentido se podría decir que a simple viste muchas de las menciones, por ejemplo, sobre guerras, hambre y epidemias podrían aplicarse a cualquier momento histórico, incluyendo la abominación desoladora del siglo I d. C., pero aún esta teoría se ve frenada por el orden de eventos de Apocalipsis. La secuencia de los eventos es justamente similar a la de los sellos 2, 3 y 4 de Apocalipsis, y asimismo se enlazan con los del sello 6. Pero además tenemos más detalles que contradicen esta hipótesis:
1. Ningún historiador, y en especial Josefo –que cuenta toda esta historia- mencionan “terremotos”, cosa que sí hace Jesús.
2. Jesús predice la aparición de “falsos cristos”, es decir, falsos mesías o ungidos, y aunque muchos falsos profetas, falsos apóstoles y falsos maestros se dijo que se habían levantado desde el comienzo del cristianismo, nada se menciona de falsos cristos. Esto ni siquiera es admisible para todo el tiempo que transcurrió a partir de ahí hasta el presente, pues Roma habría excomulgado, ahorcado o quemado a alguien que afirmase que era “el Cristo”. Además, no hay nada de “falsos cristos” en la historia de la toma de Jerusalén, ni en Judea ni fuera de ella. Esos “falsos cristos”, que, además, harían prodigios, tampoco existen en nuestro registro histórico.
3. Jesús avisa de eventos estelares que precederían “astros” cayendo del cielo, pero ningún asteroide se sabe que hubiese caído en aquel entonces; Aunque diariamente caigan miles de pequeños aerolitos a la Tierra.
4. Jesús dijo que tras eso él aparecería con sus ángeles, mas es notorio que eso no ocurrió.
5. También habla de que reunirá a sus escogidos, cosa que ocurrió al revés en aquel entonces: fueron dispersados.
6. Les anunció que tras eso llegaría el fin, que estaba a las puertas –y más cosas a propósito del asunto- las cuales 2.000 años después aún no han ocurrido.
7. Padres e hijos se traicionarían y entregarían… algo que no entra en esos episodios.
8. Sería una tribulación como nunca antes, ¿pero la abominación desoladora lo fue? Al lado de las guerras cristianas o islámicas, o las guerras mundiales, eso no fue nada. Menos al decir que si los tiempos no se acortasen nadie se salvaría.
9. Serían aborrecidos por “todos”, pero en el pasado no. Fueron detestados por algunos, y perseguidos, pero por el contrario el cristianismo era creciente y adoptaba más devotos constantemente.
10. Primero era necesario predicar el evangelio a todas las naciones. Cualquiera que sea el momento en que esto debiera ocurrir, no fue en el pasado, pues ni siquiera hoy se ha alcanzado ese objetivo.
La gran tribulación está prevista para un tiempo en que Israel haya sido restablecido como nación, es decir, en esta época. La abominación desoladora fue en el siglo I d. C., pero en el momento de la redacción aquellas personas no entendían estas diferencias; de hecho, estaban convencidos de que el regreso de Jesús y el fin del siglo sería algo que ellos verían en vida, en ese entonces. Incluso en el año 90 d. C. se vino a narrar cómo sería el futuro, en la vejez de Juan, y nadie revisó los hechos contados en los evangelios sinópticos y los comparó con el Apocalipsis y los sucesos históricos que habían ocurrido.