¿De qué trata la Salvación que menciona la Biblia?
- Frederick Guttmann

- 3 sept
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Por: Frederick Guttmann R.
Uno de los ejes centrales del llamado cristianismo es el concepto que ellos definen como “la Salvación”. Irónicamente, Ieshua mi.Natzeret (Jesús de Nazaret) no consta en texto alguno que hubiese hablado de tal doctrina. Salvación se dice en griego ‘Sotiría’, que se asemeja al vocablo catalán ‘Sortida’ (salida), cuya relación se podría ver en el sentido de escapar o salir de un problema. Y es que así es en prácticamente cualquier idioma, comenzando por el hebreo y arameo – las lenguas de la región en que los llamados evangelios narran sus historias -, donde la palabra común era ‘Ishuat’, precisamente de donde viene el nombre original de Jesús, 'Ihoshua' (posteriormente 'Ieshua').

Siempre enfatizo en la importancia del análisis morfosintáctico de una oración en cualquier ámbito en que ese estudie en texto. Es muy habitual ver en el cristianismo el tipo de doctrinas y creencias basadas en simples errores en la falta de una correcta lectura del manuscrito, más allá de otro problema común, que son las traducciones no revisadas. En ese sentido, un artículo en una cita cambia completamente el significado del contexto o de la palabra que acompaña. Así, no es lo mismo hablar de “salvarse” de algo, a mencionar una tal “salvación” específica. Desde Barashit (Génesis) 49:18 aparece traducida la palabra “salvación” unas 165 veces en toda la Biblia, reduciéndose a solo unas decenas cuando se agrega el artículo “la” delante de la palabra. Es más, en concreto, cuando nos vamos a las enseñanzas recogidas en los llamados evangelios, solamente tres veces aparece dicha expresión referida (en Lucas 3:6 y 19:9, y Juan 4:22), una para decir que, al llegar el Elegido, <<toda carne verá la salvación de Elohim>>, otra para referir que <<la salvación>> ha llegado a una casa cuando un hombre realizó un cambio trascendente en su vida, y otra, cuando Yeshua dice a una mujer extranjera que <<la salvación viene de los judíos.>>
Entendiendo la palabra “salvación” como liberación, omisión o evasión de un problema, el correcto significado del término radica en evitar algo negativo o, si ya se está en esa situación, librarse de ello. Ciertamente, se aprecia hasta la saciedad que en el llamado cristianismo se repitan mucho citas de cartas que habría escrito el apóstol Pablo, aunque ellos se definen a sí mismos como “cristianos”, no como “paulinos”. Si se supone que son “de cristo”, deberían seguir la doctrina de Cristo, no la de Pablo. Con todo el respeto que se merece, el apóstol Pablo no estuvo con Yeshua, y su aparición en la historia de la secta de los nazarenos empezó 2 años después de la crucifixión de Yeshua, cuando consentía en la lapidación del primer mártir del “cristianismo” (un seguidor de Yeshua llamado Esteban, quien sí había estado con Yeshua por muchos años, y era, de hecho, amigo personal suyo). Todo lo que Pablo sabía de Yeshua era por narraciones de terceros, por chismes y, más tarde, por literatura escrita a través de ciertas personas cercanas a Yeshua, como los apóstoles Tomás y Leví. Sus defensores, sin conocerle, dirán que recibió “revelaciones”, como si eso significase que le dieron una enciclopedia completa de libros para compartirlos, en vez de “ideas” que plasmaba dándoles su propia forma, según su base de previas conceptualizaciones fariseas, o sea, según una línea de pensamiento de tradición judía.
Eso quiere decir que, si los discípulos de Yeshua no le entendieron - y escribieron lo que creyeron entender - las ideas de Pablo se basaban en una idea a su vez contaminada por otros. Todos ellos, lamentablemente, no tenían mayor concepción que el dogma “mosáico”, y su culto a los antiguos patriarcas y profetas hebreos e israelitas. Se tiene conocimiento de que solamente Felipe, María de Magdala, y en parte, Tomás, Tadeo, Andrés y el postrer mártir Esteban, estaban cerca de entender, a tientas, lo que Yeshua trató infructuosamente de explicarle a los judíos. Si se revisan todas las obras literarias escritas por los más cercanos a Yeshua, no hay nada – al menos sólido – sobre una presunta salvación como la dibujan los “cristianos”. El groso de las enseñanzas de Yeshua habla en metáforas sobre el “Reino de Elohim”, el “Reino del Padre” o el “Reino de los Cielos”. Hablaba del verdadero amor, del verdadero perdón, de la verdadera fe, de la verdadera resurrección, de la verdadera libertad, de la verdadera vida. No enseñó ningún evangelio del infierno, o de la “salvación” de un infierno eterno - que es lo que recurrentemente se observa en la tradición cristiana -. Argumento este, que, convenientemente, usa el gatillo del miedo para promover su propaganda y captar y mantener adeptos.
¿De qué presuntamente te “salvabas”? La doctrina de que dejando este cuerpo el alma iba a lugares de tormento fue en realidad una enseñanza mística que Yeshua sólo trató con sus más cercanos, explicándoles cómo las acciones de los hombres llevaban durante algunos años al alma a ciertos sitios a los que ellos llamaban ‘el Intermedio’, tras lo cual REENCARNABA. Sí señor. Lo que has leído. Pese a que esa palabra no aparece, ya que pertenece al español, ellos se referían a dicho hecho como “regresar” o “volver a levantarse” (concepción posteriormente traducida como “resucitar”). Ese era un tema que Yeshua habló con sus más entendidos alumnos en privado (aunque ya la gente decía que Yeshua era la reencarnación de Juan el bautista, de Elías o de algún otro de los antiguos profetas), y mayormente después de la crucifixión. ¿Por qué? Si el “evangelio” gira en torno a la presunta “salvación”, ¿por qué precisamente Yeshua nunca enseñó eso públicamente? ¿Dónde estaría, pues, el marketing del “cristianismo”? Se basa en el miedo, como ocurre con cualquier religión. La necesidad de poder, control y dominio, y el meter temor siempre ha sido la mejor estrategia de control de masas, seguida de un profundo sentimiento de demérito y culpabilidad – como ocurre con su segunda artimaña: el cuento del “pecado” -.
La burda, falsa y abominable doctrina de un infierno eterno es la herramienta idónea de toda secta, como de un sistema de gobierno, dictadura, sociedad, sistema educativo o grupo que quiera evitar la libertad de pensamiento y la toma de conciencia. Donde hay libertad de pensamiento, hay conciencia, y donde hay conciencia, se pierde la jerarquía de dominio y el chantaje emocional, el ser se ilumina y ve su parte en la red de la que todos hacemos parte. Con esta visión elevada, solo deseamos el bien a otros viéndonos como una hermandad, y donde lo hecho a otro nos los hacemos a nosotros mismos, porque se lo hacemos a la red.
Ciertamente, entender esto es algo que pocos líderes religiosos quieren, y hasta los devotos – muchos de los cuales, como zombis hambrientos de sesos van tras el alimento de sus emociones de lamento y depresión – necesitan, y se ofenderán de que cuestiones su mundo de auto-pena permanente. Baste sacar de contexto algún pasaje aquí y otro allá, y ya tienes la doctrina adecuada para atemorizar a una manada de ovejas que para colmo no conocen el trasfondo original de las palabras que estaban escritas en aquellos libros que les citan, referidas en una lengua completamente diferente a la suya y con modismos a veces completamente distintos a los suyos. Déjales viviendo en la expectación y expectativa de un supuesto salvador que vendrá “algún” día a librar su vida de sus miserias y desgracias, y tendrás clientes permanentes. ¿Por qué las farmacéuticas son las corporaciones más poderosas del mundo? Porque no dan curas, sino que crean drogadictos. Las iglesias suelen estar - en la mayoría de los casos - llenas de “drogadictos”, personas que necesitan que les des un consuelo momentáneo a su sufrimiento y les hagas creer que en algún futuro abstracto todo será mejor, pero nunca les des solución a los problemas, porque entonces se acabaría el negocio - ya no dependerían del líder -.
Por eso, al llamado “cristiano” le encanta retroalimentarse de sus creencias de desgracia y sufrimiento, pero si le dices cómo solucionar el problema, a muchos no les gustará. Es más, si no usas la palabra mágica “Jesús”, si no les explicas las cosas con una cita de la “Biblia”, con expresiones usadas por Pablo, o si no asistes a un cuadrado llamado “iglesia”, dirán que eres del “Diablo”, y hablas para confundirlos. Ellos quieren que un Superman baje del cielo y haga “ocus focus” y todos los problemas que ELLOS MISMOS CAUSARON, otro se los quite con un chasquido de dedos. Esta es la sociedad que ha creado el ego en el llamado cristianismo, en una sociedad religiosa que se fue deformando de las interpretaciones de Pablo y de quienes han sacado de lugar las enseñanzas de Yeshua después de Pablo.
Una salvación fuera de tu propia responsabilidad es lo que el ego quiere que creas, para que nunca avances en la vida, y vivas como el hámster corriendo dentro de la rueda, dando vueltas creyendo que algún día llegarás a algún sitio; o como el conejo que tiene un palo y una cuerda con una zanahoria frente a él y corre hacia ella y nunca la alcanza. Esa salvación no existe, porque viola la Ley, de la que dimana todo orden del universo. Es tan falso como el argumento del pecado, como la ilusión de que pedirle perdón a un dios por el daño que le hiciste a otro hace que el daño quede eliminado, porque ahí no hay justicia. Justicia es que restaures al agraviado el daño que le has causado. Salvación es librarse de situaciones negativas y/o desagradables, o evitar que experimentes situaciones negativas, o desagradables. La única salvación es que TÚ TE SALVES DE LO QUE TU MISMO HAS OCASIONADO o está ocasionando, y si para ello pides ayuda "celestial", el camino se ACORTA considerablemente. Las herramientas para ello las ha enseñado Yeshua, y la ayuda para logrear ese trabajo vitalicio la tienes en el Espíritu Santo. A la verdad, cuanto menos causes daño a otro, menos estarás en deuda con esa persona, mas si abandonas el cuerpo con esas deudas, tu subconsciente te las recordará hasta que las “pagues”. Así, antes de regresar, estarás soñando en otro plano dimensional terrores donde se te repite a ti lo que le hiciste a otros, como experiencias vívidas, aun cuando te halles temporalmente carente de un cuerpo. Esos son los infiernos, pero no son “eternos” – dicha palabra es una idea romana, no hebrea, ni siquiera griega -, y cuando los abandonas, vuelves a un cuerpo con la idea depositada en tu subconsciente, de pagar esa deuda aún pendiente – porque ESO es lo justo, lo correcto – y restituyas al daño a quien se lo hiciste.
¿Quieres cambiar tu vida y solucionar las cosas para experimentar la felicidad? O ¿prefieres seguir creyendo en superhéroes y otras formas de ÍDOLOS abstractos que hasta ahora – sinceramente – no te han solucionado la vida (porque poner parches en una camisa vieja no te hace verte bien vestido)? Hay un versículo en Hechos de los Apóstoles 4:12, que dice que en ningún otro hay salvación, y que Yeshua es nuestro mediador, y otro dice que él es nuestro abogado. ¿Qué quieren decir? Dos cosas. Primero, que en el trasfondo de las enseñanzas de Yeshua descansa el modo de librarte de lo que no te da felicidad, amor, paz, prosperidad, salud y justicia (que se te haga justicia); y segundo, que Yeshua es el máximo administrador para nuestro mundo en lo que concierne a mediar por nuestras causas en lo relativo al alma. Eso implica, tanto el karma, como la trascendencia de nuestro ser (el proceso de evolución y superación a niveles y formas mayores de conciencia y existencia), y el estado mental en que nos encontremos y lo que experimentemos-vivamos durante ese trasegar. Así, a través del Espíritu Santo – que opera para llevarnos a Cristo, o sea, a la conciencia de unidad y de trascendencia del alma, evolucionamos a medida que nos “libramos” (salvamos) de las consecuencias de todo lo que consciente y subconscientemente producimos y experimentamos en función de los programas mentales que tenemos (creencias limitantes, patrones adquiridos, sentimientos de demérito o culpabilidad, interpretaciones erradas de las experiencias vividas, karma, emociones negativas que resuenan atrayendo su equivalente, etc.).
Empieza cada mañana consagrando el día al Espíritu Santo y al deshacimiento del ego en ti, y acuéstate pidiendo que durante la noche te ayude a desprogramarte de todos esos patrones errados. A lo largo del día recuerda que eres uno con la hermandad humana y que nada en el universo es real, es un sueño. Toma un tiempo a solas y en silencio para revisar tu propio interior y ver por qué te sientes, crees y piensas como lo haces. Medita sentado cómodamente con los ojos cerrados y respirando profundamente mientras todo el torbellino de olas impetuosas de tu interior se calma, y esta disciplina comienza a apaciguar las vibraciones que retumban en tu mundo trayendo tanto caos.
Sé bendito!











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