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Foto del escritorFrederick Guttmann

LA REENCARNACIÓN, A LA LUZ DE LA BIBLIA

Actualizado: 27 feb 2021

REENCARNACIÓN, A LA LUZ DE LA BIBLIA


Algunos suelen preguntarse si la Biblia habla de Reencarnación, y de ser así, ¿cómo se concilia esta doctrina con las creencias que usualmente las vertientes cristianas han tenido respecto de la vida, el más allá, los juicios de “Dios” y la razón de la existencia?





Según la evidencia literaria de los “Padres de la Iglesia”, y otras fuentes, en el cristianismo del siglo I y II d. C. el asunto de la preexistencia del alma y su transmigración estaba bastante popularizado. Acorde a estas fuentes – especialmente de Orígenes -, entre los apóstoles y seguidores de mayor confianza en el grupo de adeptos de Jesús de Nazaret, la creencia en la Reencarnación era una piedra angular de la visión de la vida, el alma y la existencia en el universo. Llegado el año 381 d. C. el emperador Teodosio I determinó el segundo concilio ecuménico de la “iglesia” (en realidad el tercero, ya que en Jerusalem se había llevado el primero, dirigido por los apóstoles Pedro y Jacobo, como se refleja en la carta de los Hechos, capítulo 15). Este concilio tuvo entre sus puntos siete cánones, donde destacaba señalar como heréticas otras corrientes de pensamiento que no fueran de la institución imperial. Con esto se buscaba validar la corriente ya existente de persecución contra movimientos.


El arrianismo, el maniqueísmo, el macedonianismo, el apolinarismo, los eunomianos o el gnosticismo eran tipos de sistemas de pensamiento que chocaban con las creencias y doctrinas del dogma católico. Declararon entonces herejía este tipo de filosofías y los escritos que poseían. Pero el asunto no quedó ahí, en las últimas décadas de nuestra historia reciente se ha ido descubriendo que la ICAR (Iglesia Católica Apostólica Romana) estuvo manipulando los textos griegos que habían sido elegidos desde el 325 d. C. como los que definirían las ‘Sagradas Escrituras’. Entre esas alteraciones se encontraban agregados para promover la doctrina de la trinidad o frases y palabras removidas donde Jesús y Juan bautista hablaban de la preexistencia del alma y su transmigración (la reencarnación). Dado que estas modificaciones se realizaron en los primeros siglos del establecimiento del cristianismo no fue posible tener conocimiento de ello a posteriori, aún si se buscaba las fuentes griegas de los manuscritos. En el Concilio de Calcedonia (451 d. C.), las temáticas relacionadas al alma fueron condenadas, así como anatemizados sus autores. Se instituyó la idea de que el alma aparecía tras la concepción y luego de morir el cuerpo regresaba al Creador si fue buena, o ardía eternamente si fue mala.


Fue sabido que unas 25 citas textuales de los evangelios fueron quitadas. Palabras y diálogos donde tanto Jesús como María magdalena, Felipe o Juan el bautista explicaban cuestiones relativas a los procesos de reencarnación. Asimismo 20 manuscritos enteros fueron echados a la hoguera, así es, textos donde Jesús, Juan bautista y los apóstoles trataban detalladamente estas cuestiones. La persecución fue tan severa que varios monjes de los monasterios fundados por San Pacomio se vieron en la tarea de esconder una colección de diversos códices en unas vasijas, y por cuestiones del destino vinieron a ser descubiertos después de la Segunda Guerra Mundial. El hallazgo supuso la creación de la Biblioteca de Nag Hammadi, en Egipto, que complementa otros tantos manuscritos y fragmentos que se fueron rescatando por décadas. Por si fuera poco – volviendo al pasado -, en el año 553 d. C., Justiniano I, Emperador de Bizancio, convoca al Quinto concilio ecuménico de la Iglesia, donde de una vez por todas se refuta y prohíbe toda enseñanza sobre la preexistencia del alma y la transmigración. Desde entonces quien hablase de esto o guardase notas al respecto sería excomulgado. De esta manera, el cristianismo se convirtió en la única estructura de creencias en todo el planeta que rechazaba la preexistencia y la transmigración del alma (pues todo el resto de culturas siempre lo han tenido integrado).


¿Qué es la reencarnación? Por regla general cuando alguien no familiarizado con el tema oye hablar de esto suele venir a su mente la cómica idea de que pudo haber sido una rata o un sapo en alguna encarnación previa. Posiblemente esta idea es una burda malinterpretación cultural que deriva de ciertas ideas del hinduismo sacadas de contexto, y basadas en el folclore del común del pueblo. Acorde a la visión oriental, la encarnación en animales dejó de darse hace miles de años, y es algo poco usual, que era menester que se diera en personas que debían redimir sus culpas en un estado tan inferior que purgase su cargo de culpabilidad. En esencia, esta idea se trataría de una confusión de niveles, ya que las almas animales pertenecen al estado de Segunda Densidad (Segunda Dimensión de vibración de la conciencia), y los humanos pertenecemos a la Tercera. Dicho de otra manera, si alguien de Tercera Densidad encarnase en un avatar de Segunda Densidad debiera ser expresamente por medio de algún tipo de ritual bien elaborado, ya que en el proceso de evolución planetaria estos fenómenos ya no tienen lugar entre nosotros hace miles de años.


Otra duda que inquieta la mente “materialista” es la siempre existente filosofía del “yo soy”. ¿Qué define lo que soy? ¿Soy un alma, una mente, un espíritu, conciencia, un cuerpo, un animal, una masa de componentes químicos y moleculares…? ¿Soy lo que veo en un espejo, lo que soy en el interior a nivel orgánico, mi personalidad, mi genética, mi acervo racial, mi religión, mi ideología, mi nación, mi color de piel, mi sexo…? La ciencia espiritual dice que somos conciencias individualizadas (parte de una red, una gran Mente), llamadas “almas”. En un universo de niveles de 7 dimensiones el alma entra en un complejo de 7 cuerpos para experimentar la existencia en el nivel de vibración que corresponde con su estado de conciencia-vibración. Es algo así como si tuviésemos un coeficiente intelectual “x”, y vamos a una clase de nivel “x”. Habría algunas excepciones a esta regla, pero ser de “x” sería lo normal. Cuando nuestra conciencia alcáncese un nivel “y” pasaríamos al aula de nivel “y”. Esto sería así a lo largo de “7 aulas” (7 dimensiones).


Podemos observar la Primera Densidad en el aparente mundo inanimado o mineral, y el Segundo en toda la amalgama de subniveles desde algas hasta aves, escalas desde lo vegetal y arraigado hasta lo animal y con libre movimiento, pero aún inconscientes de sí mismos y de la realidad existencial. Asimismo observamos la Tercera Densidad, con la tipología “humana” (al menos en este planeta). No obstante, difícilmente logramos apreciar las dimensiones superiores, en el mejor de los casos con algunos aparatos sofisticados, o en la parte más baja de densidad en la coloración de las nebulosas. Más allá de eso la composición de nuestro cuerpo no percibe una vibración mayor. De manera que nos vemos a nosotros mismos desde niños y nos identificamos con una apariencia determinada, y decimos, “ese/a soy yo”. No obstante, esa forma procede de la combinación de genes de nuestros ancestros biológicos. El alma tiene una familia, pero no “ancestros biológicos”, como se entiende el concepto. El alma no pertenece al “nivel de la forma”, sino al nivel de la mente. En la mente todo es pensamiento sin forma. La forma la reciben las cosas con base en las ideas que desarrolla la mente. De ser así, identificarnos con una apariencia es meramente un apego del ego. El alma no tiene género sexual, color de piel, tipología genética o apariencia física, por ello se llama alma, porque no es corpórea.


Ahora bien, hasta aquí creo que casi cualquiera puede entender lo expuesto, pero vayamos al ámbito de la doctrina religiosa. La mente no responde tan fácilmente a cosas nuevas, de hecho, rechaza por disonancia cognitiva lo que choca con una estructura radicada en sus convicciones integrales. Por eso a Jesús no le resultó fácil transmitir su mensaje entre judíos, mientras gente de otras culturas tenían menos dificultad en aceptarlas, a pesar la complejidad de las tales en sí mismas. Es respecto de ese tipo de sistema de creencias o convicciones que al cristianismo suele chocarle aceptar la reencarnación. Hemos de comprender que el gatillo del catolicismo fue y siempre ha sido el poder de la culpabilidad y el miedo, tal como el deseo de poder. Sin culpabilidad o miedo hace miles de años que habría dejado de existir tal religión, y el cristianismo sería más un nombre para etiquetar al “budismo occidental” de “la escuela de Jesús de Nazaret”. Esto es así porque en esencia, analizando las enseñanzas originales de Jesús según los manuscritos no alterados por Roma se encuentra una increíble similitud entre la filosofía de Buda y la de Jesús de Nazaret. Bien parecía que ambos congeniaban casi en todo, y por ende parecían entender las cosas como un todo, una Verdad “absoluta” todo abarcable. De esta manera, analizando luego a otros filósofos como Adi Shankara, Lao Tse, Confucio, Krishna o Juan bautista, se descubre que todos parecían estar siendo nutridos por la misma fuente, aunque hablando en su propio idioma.


El cristianismo protestante o evangélico, como otras ramas post-reforma, adquirieron la mayor parte de las enseñanzas católicas, dado que no seguían una fuente judía o hebrea. Su único punto de partida era el canon bíblico establecido por el Imperio Romano y lo que arrastraban del catolicismo. Esto quedó evidenciado con los concilios de Trento, cuando diversos debates y postulados comenzaron a salir a la luz. Si bien, se efectuaron múltiples cambios por siglos hasta la actualidad, pero los argumentos de culpabilidad y miedo debieron seguir como gancho para mantener controlada la conciencia colectiva de los devotos. Ninguna religión occidental desea perder el control de sus fieles. En consecuencia, nunca se discutieron temáticas como la doctrina del infierno, la preexistencia, la trascendencia del ser, la reencarnación o la santidad y divinidad del alma. Era esencial que las personas no adquiriesen conciencia propia o libertad de pensamiento o acción, toda vez que de otra manera evidente e inexorablemente se desligarían de toda institución humana. Empero, sería el fin de la religión cristiana (protestante, católica, o de cualquier otra nueva tendencia de ese corte) como la conocemos, y de todas las iglesias, como las conocemos.

Si bien es cierto, cualquiera con algo de estudio sobre la Biblia puede descubrir la ambigüedad a la hora de hablar del Más Allá. Mientras en las otras culturas el asunto del “otro lado" estaba bien extendido, en el canon bíblico todo lo relacionado es ambiguo y motivo de múltiples interpretaciones ajustadas a escasos pasajes, también ambiguos. Es casi un intento de crear forzadamente una doctrina a base de palabras aquí y allá, que en muchos casos están sacadas de contexto o entendidas de manera equivocada. Pero ese no es el principal problema, el asunto central son las traducciones que no se revisan nunca más. Se da por sentado como carta magna inamovible e incuestionable. Ese es el caso de Hebreos 9:27, donde lee uno en la versión Reina Valera de 1960: <<Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio>>. Este pasaje se toma como arma infalible contra la doctrina de la reencarnación, pero nadie hecha de ver que la propia traducción da a entender que la gente es condenada justo al momento de morir. Esto se opone a la doctrina cristiana. En realidad el texto dice “de la manera que le es dado al hombre, una vez muerto, que sea juzgado”, entendiendo por juicio la experiencia de un estado que le permita “equilibrar” su mente.


Pero así como hay pasajes mal traducidos y mal interpretados para refutar arbitrariamente determinados temas - sin casi otra fuente de información para un debate objetivo – del mismo modo hay pasajes que claramente dicen cómo funciona la reencarnación, aún sin sesgo católico del texto, y se pasan por alto. El apóstol Pablo recuerda a sus lectores cómo la vida y la muerte son como las semillas al caer a tierra, y de las cuales vuelve a surgir (1ª Cor. 15:38). Asimismo se lee que los apóstoles le dicen a Jesús que algunos judíos ya daban por sentado que él era “un profeta” que había regresado (Mat. 16:14). Esto deja patente que la reencarnación era tema conocido en el común del pueblo, y por ello los propios apóstoles le preguntaron si eso tenía algo que ver con un hombre que había nacido ciego (Juan 9). Entre los pasajes que fueron recortados está el diálogo de Jesús con Nicodemo sobre la NECESIDAD de “nacer de nuevo”, que como el espíritu determina, debe regresar más de una vez (Juan 3:7). Es notorio que este tipo de citas han sido interpretadas por el cristianismo a la luz de sus propias elucubraciones y paradigmas previos, concluyendo otro tipo de cosas que nada tienen que ver con la temática que Jesús trataba de explicar a Nicodemo.


<<Jesús estaba sentado en el pórtico del templo y se le acercaron muchos para conocer su enseñanza. Y uno le preguntó: “Señor, ¿qué enseñas sobre la vida?” Y él les dijo: "benditos los que tienen que soportar muchas experiencias, pues a través del sufrimiento llegarán a ser perfectos. Serán como los ángeles de Dios en el Cielo, y ya no morirán, ni tampoco renacerán; pues muerte y nacimiento ya no dominarán sobre ellos. Los que hayan sufrido y vencido serán hechos pilares del templo de Mi Dios, y nunca más lo abandonarán. En verdad os digo que si no nacéis de nuevo del agua y del fuego, no veréis el Reino de Dios”. Y un rabí (Nicodemo) vino a él de noche por miedo a los judíos, y le preguntó: “¿cómo puede un hombre nacer de nuevo, siendo viejo? ¿Puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y nacer?” Jesús respondió: "en verdad te digo que si alguien no vuelve a nacer de la carne y del espíritu, no podrá entrar en el Reino de Dios. El viento sopla donde quiere, y bien oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. La luz brilla desde el este hasta el oeste; el sol se levanta de las tinieblas y desciende de nuevo a las tinieblas. Así le ocurre al hombre de vida en vida. Cuando viene de las tinieblas, ya estuvo antes aquí, y cuando desciende de nuevo a las tinieblas, es para demorarse un poco y después volver a estar aquí. Así, atravesando muchos cambios, debéis volveros perfectos, tal como está escrito en el libro de Job: soy un peregrino, cambiando de sitio en sitio y de casa en casa, hasta que llegue a la ciudad y a la mansión eterna”. Y Nicodemo le preguntó: “¿cómo puede suceder esto?” Y Jesús respondió diciendo: “¿eres maestro en Israel y no lo entiendes?”.>> (Evangelio de los Doce 37:1-9)





¿Qué pasa con el infierno? Gracias a diversas fuentes, entre ellas manuscritos antiguos recuperados en hallazgos arqueológicos, se explica este asunto de la siguiente manera: los poderes de oscuridad de los cielos (véase Ef. 6:12) crearon hace decenas – sino miles – de años planos de realidad paralelos, definidos por los apóstoles como ‘El Intermedio’ (ver Evangelio de Felipe, verso 63 y 107), donde lanzaban a sus vencidos para que sufriesen grandes tormentos, y procuraban que no se librasen de dichas cárceles. Posteriormente las almas de los hombres fueron vinculadas a aquellos sitios, y debido a su sentimiento de culpabilidad inconsciente y subconsciente eran arrastrados allá poco después de abandonar el cuerpo de manera biológica (al “morir”). Jesús - como recoge una de las obras de Valentino (Pistis-Sofia, circa siglo II d. C.) - explica que hay 4 lugares Intermedios: el primero y más leve sería el más popularizado por la religión, luego otros dos irían en aumento de dolor para el alma, hasta llegar al peor de todos, llamado Tiniebla Exterior (ver Mat. 8:12, 22:13 y 25:30), el famoso Ouroboros. En ningún caso se consideró que la estancia en dichos lugares fuera permanente. Dependía del tiempo que el alma requería en su proceso de sanación (redención).


Otro asunto emana cuando se menciona el libro del Apocalipsis, donde se interpreta que “las personas” malas irán eternamente a un lugar de suplicio (cuestión igualmente interpretada de ciertos pasajes bíblicos anteriores). Aparte de la crueldad de la sola idea, esto refuerza la concepción errada que la mayoría de occidentales tienen de su dios. Si robas 50 monedas de plata, se te exigirá compensar esas 50 monedas de plata con 50 monedas de plata, no con 50 años de prisión, o mucho menos, con 500 o siquiera 5000 años. Nadie puede, en una sola encarnación (máximo de 100 años de vida), “deber” tanto karma (causa-efecto) como para pagarla para siempre en todas las eras y tiempos del universo. Semejante concepción es descabellada y sitúa a “Dios” muy lejos de ser justo. Para ello está la reencarnación, para que los aspectos no expiados en una vida se compensen en la siguiente, siendo las condiciones de la siguiente encarnación relativas a lo que le compete según lo que previamente hizo. Ergo, las condiciones en las que alguien nace están ligadas a lo que se determinó por el subconsciente y el Espíritu Santo, en virtud de las acciones que realizó en la vida pasada.


En ‘Un Curso de Milagros’, dictado por Jesús a una psiquiatra entre los años 60 y 70, el gran maestro le explica que el pasaje de Apocalipsis no se refiere a los cuerpos ni a las almas, sino a los pensamientos. Describe inequívocamente la desaparición de “todo pensamiento de separación”. Todo pensamiento no hallado en la esfera (sefirá (emanación) o sefer (libro)) de la Verdad, dejará de existir en la mente. En adición, se debe comprender que vocablos tales como “eterno” no pertenecen al argot hebreo o griego. Fueron agregados a las traducciones procedentes del latín Aeterum, o relativo al ‘éter’. Por lo general las definiciones utilizadas en el léxico bíblico son el hebreo Olam (mundo, existencia) o el griego Aionon (era, edad, siglo). Por ende, algunas veces habla de ‘eras de las eras’ o ‘mundos de los mundos’, refiriéndose a las “existencias” de la Conciencia y las conciencias. Lo mismo ocurre con ‘Vida Eterna’, concepto errado, toda vez que en hebreo habla de ‘Jaiim ad-ha.Olam’ (Sal. 132:3), que traducido es “vidas” en el mundo, es decir, en el cosmos. Si nos vamos a los pasajes griegos del Nuevo Testamento, se tradujo como ‘Zoín Aiónion’ (Vida por las Edades). ¿Edades, eras? El término Aion provino de una modificación de lenguas anteriores, a saber, egipcias, semíticas y sánscritas, del concepto de ‘Eón’.


Como bien se explica en el gnosticismo antiguo, los eones son mundos etéreos (espirituales, de energía inteligente o energía oscura (ver significado según el argot científico)) que dominan sobre mundos de otras sustancias, como la materia – la más sólida y pesada de todas -, y donde rigen jerarquías de diversos estados de vibración con sus propios reinos, tiempos y espacios. En otras palabras, la existencia del alma se desarrolla en diversos mundos a lo largo del universo, encarnando en distintos planetas, cuerpos y épocas hasta ir trascendiendo de regreso a la fuente. Así, el estado que espera a los seres de Tercera Densidad, como nosotros, es la 'Cuarta Densidad' o 'Cuarta Dimensión', definida en varias culturas como Nirvana, Iluminación, Inmortalidad, Estado Angélico, Resurrección, Levantarse o Despertar. Este estado es la activación de dicho cuerpo, en su correspondiente dimensión, donde la "muerte" como se conoce en la Segunda y Tercera Densidad no existen (llegado el día de transición a la Quinta Densidad el ser simplemente activa su siguiente veste, simplemente dejando de verse el "vestido" de Cuarta Densidad).


Ver clase explicativa aquí.


Frederick Guttmann R.

Viernes 26 de febrero de 2021.

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